GRADO 11-EXPOSICIÓN 1-PERÍODO 2
LA ILUSTRACIÓN
Se trató de un movimiento intelectual, artístico y filosófico que surgió en el siglo XVIII y se caracterizó por la revisión de la concepción del mundo y del hombre bajo la luz de la razón y de la experiencia. El movimiento partió de las transformaciones ideológicas del renacimiento y se fortaleció por las revoluciones políticas y económicas acaecidas en Inglaterra en los siglos XVII y XVIII. Tiene su origen en Gran Bretaña, pasa a Francia, donde adquirió forma, para generalizarse en el resto de Europa. El siglo XVIII se distinguió por una serie de conmociones sociopolíticas que transformaron los sistemas de administración del Estado y la planificación de la economía de estos, como lo indican los hechos de la independencia de Estados Unidos (1783), la Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789). A todo ello contribuyeron, en gran medida, los filósofos de la época marcados por un gran entusiasmo en el triunfo de la razón humana.
La Ilustración criticó todos los prejuicios que habían impedido a los individuos el libre uso de su propia capacidad de pensar y de actuar, por lo que consideraban que la educación del pueblo debía buscar que éste fuera capaz de hacer uso de su propia razón. El término Ilustración, precisamente, se refería a la luz de la razón, que debía guiar el pensamiento de los hombres. Esta luz debía eliminar, por tanto, los valores tradicionales que habían dominado la Época Medieval, fundamentada en la fe ciega y en el equilibrio religioso. Sin embargo, se debe anotar que la razón ilustrada es una adquisición del hombre y no un legado divino, como se considera en algunos racionalistas. Por este motivo también se conoció el siglo XVIII como el Siglo de las Luces.
En el campo de la filosofía, el pensamiento ilustrado se olvidó de la metafísica pura, y se dedicó al estudio experimental de la constitución de la materia y de la vida. En religión, se criticó las religiones positivistas y las formulaciones del ateísmo. Se dio también una gran preocupación por el estudio de la naturaleza y sus leyes, lo que trajo importantes avances científicos en los campos de las ciencias naturales, la física, la química y la matemática; pero la tendencia más importante dentro del movimiento ilustrado la constituyó el enciclopedismo, que es el conjunto de principios filosóficos e ideas de los ilustrados franceses del siglo XVIII. Según los enciclopedistas, la razón era la que conducía al descubrimiento de verdades simples y evidentes, así como la única fuente válida de conocimiento junto a la experiencia. Por tal sentido, es posible deducir que el racionalismo y el empirismo fueron las bases sobre las que el pensamiento enciclopedista elaboró su concepción del mundo. El texto que Kant escribe en la respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?, sintetiza las características de esta época. Kant dice lo siguiente: “La ilustración es el abandono por el hombre del estado de minoría de edad que debe atribuirse a sí mismo. La minoría de edad es la incapacidad de valerse del propio intelecto sin la guía de otro. Esta minoría es imputable a sí mismo, cuando su causa no consiste en la falta de inteligencia, sino en la ausencia de decisión y de valentía para servirse del propio intelecto sin la guía de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten la valentía de utilizar tu propia inteligencia! este es el lema de la Ilustración”. A continuación, se exponen algunos aspectos del pensamiento de sus máximos representantes.
*MONTESQUIEU (1689-1755)
Su verdadero nombre era Charles-Louis de Secondat, aunque se le conoce más como barón de la Bréde y de Montesquieu. Criado en el seno de una familia noble, estudió derecho en Burdeos y en París, lo cual le permitió más tarde dedicarse al ensayo político e histórico. Fue seguidor de la filosofía de Descartes, Spinoza y Newton. Su pensamiento osciló entre el idealismo y el materialismo. No centró su ética en la virtud sino en la felicidad, considerada como un moderado movimiento hacia un objeto accesible. Pero su pensamiento se orientó más al campo social y político.
En 1721 publicó sus famosas Cartas persas, que son una crítica sobre la realidad francesa, y que fueron prohibidas al año siguiente. En 1734 publicó Consideraciones sobre las causas de la grandeza y decadencia de los romanos, reflexión de corte histórico y moral. Su principal obra, El espíritu de las leyes, fue publicada en 1748, en la cual expone su teoría acerca de un orden en el acontecer histórico y unas leyes que condicionan la actuación humana. Según él los códigos legales y las instituciones que rigen la vida de los pueblos, guardan una estrecha relación con unos condicionantes de carácter cultural, como las costumbres, la religión o la economía, y otros de tipo natural, como el clima o la geografía. No le bastó con reconocer las leyes del universo político, sino que pretendió reducir la multiplicidad de estas leyes a unos principios determinados.
*VOLTAIRE (1694-1778)
Su nombre original era Fancois-Marie Arouet, más conocido como Voltaire. Nació en París y estudió en el colegio jesuita Louis-Le-Grand, de cuya formación religiosa siempre se burló. Fue escritor, filósofo y enciclopedista y una de las figuras más sobresalientes de la Ilustración. Aunque se le considera un escritor polifacético y poco sistemático, es un símbolo del enciclopedismo y de las modernas ideas ilustradas que defendieron la libertad de pensamiento, la tolerancia y la justicia como instrumentos superadores de la ignorancia, el dogmatismo y las supersticiones de toda clase.
Su espíritu independiente le llevó a atacar cuestiones fundamentales de su tiempo, como el absolutismo y la superstición, por considerarlas alejadas de la razón y no sometidas al examen de la reflexión y el análisis. En todos sus escritos se destacó por la claridad crítica y la demoledora y mordaz franqueza de su pluma, que le ocasionaron numerosos problemas y enemistades a largo de su vida.
Pese a compartir muchos de los postulados aceptados por la mayoría de los ilustrados, a Voltaire le separó de ellos la falta de un optimismo metafísico y la fe en un progreso humano capaz de sacar de la mezquindad en la que el hombre está inmerso. Según él no era la sociedad, el Estado o la cultura las que corrompían la inocencia del hombre, sino el propio ser humano el causante de su propia miseria. La absoluta confianza en la razón de los racionalistas no era aceptada por Voltaire, para él la inteligencia humana podía, por sí misma, denunciar, criticar o corregir algunos prejuicios o errores, pero, por sí sola, resultaba impotente para erradicar estos males. Sin embargo, acepto la tesis del Deísmo, es decir, los planteamientos de la religión natural o racional que defendían la libertad ideológica, de culto y la tolerancia religiosa.
Entre sus obras más importantes están: Historia de Carlos XII (1731), Cartas filosóficas (1734), en las cuales realizó una radical defensa de la tolerancia filosófica y la libertad ideológica, tomando como modelo la permisividad inglesa y acusando al cristianismo de ser la raíz de todo fanatismo dogmático. En 1759 se publicó su mejor obra filosófica, Cándido o el optimismo, que trata sobre la idoneidad del mundo como lo conocían los hombres, el conformismo y la búsqueda de la felicidad. En 1763 compuso el Tratado sobre la tolerancia y en 1764 su Diccionario filosófico y realizó sus aportes a la Enciclopedia de Diderot y D´Alembert. También incursionó en el campo de la literatura (teatro y ensayo), con obras como Bruto (1730), La muerte de César (1735), El templo de justo (1733) y Ensayo sobre las costumbres (1756).
*ROUSSEAU (1717-1778)
Nació en Ginebra (Suiza). Para compensar su precaria y desordenada formación académica, por no haber tenido un hogar estable, leía muchísimo, su formación fue más autodidacta. También trabajó como profesor de música, copista de partituras y compositor de ópera, pero fue despedido en 1741, porque se sentía incapaz de educar a los niños. En 1745 conoció a Voltaire y a otros enciclopedistas que le encargaron la redacción de artículos de música para la enciclopedia.
Fue filósofo, escritor, músico y un teórico político y social. La característica principal de su pensamiento fue que puso en duda que el progreso fuera un avance para la humanidad. Se mostró inseguro respecto al progreso que proporcionaba la razón. Para Rousseau la civilización era la causa de la pérdida de la libertad natural de la que había gozado el ser humano, bueno por naturaleza y corrompido por la sociedad. En su Discurso sobre las ciencias y las artes (1751) afirma que los progresos materiales de la humanidad han comportado su decadencia moral, lo cual se profundiza en el Discurso sobre el origen de la desigualdad de los hombres (1758). En esta obra imaginó al hombre en sus orígenes, viviendo en los bosques, sin lenguaje, sin industrias y sin vida social. Su idea de estado de naturaleza era, sin embargo, muy diferente de la que Hobbes había propuesto con anterioridad, aquella que postulaba “la guerra contra todos”. Para Rousseau el hombre, en su estado primitivo, poseía una benevolencia natural que le confería paz y tranquilidad. Según él, el paso del estado de naturaleza al de una sociedad civil organizada venía determinado por el establecimiento de la propiedad privada, cuya introducción conllevaba a la desaparición de la igualdad entre los hombres; lo cual tenía como consecuencia el surgimiento de las envidias y robos que traían el clima de guerra de la sociedad. Para acabar con estos enfrentamientos debía implantarse, en acuerdo con toda la sociedad, un gobierno pacificador que, así generara una desigualdad moral y política, era legalizada por el estado.
En el Contrato social (1762), Rousseau planteó la solución al rescate de la naturalidad de la sociedad civil o lo que de ella quedaba del estado natural. Como idea central señaló que cada hombre pone su persona bajo la dirección suprema de la voluntad general y nosotros recibimos a cada miembro como parte visible de todo, para poder aprovechar unos beneficios que iban desde la protección a la organización social. De este pacto surgió la república o cuerpo político, cuyos asociados eran los ciudadanos, en cuanto participaban de la voluntad general, y súbditos porque obedecían las leyes. Todo el pensamiento de Rousseau se basó en que una comunidad de ciudadanos era única y consistía en una asociación, en una personalidad moral y colectiva. Además, su idea de voluntad general representaba un hecho único respecto a la comunidad, en el sentido que ésta poseía un bien colectivo que no coincidía con los intereses privados de sus miembros. El Estado, para Rousseau, constituía una persona moral cuya vida consistía en la unión de sus miembros: era en la comunidad done los hombres obtenían la libertad civil, que suponía un derecho moral. El Contrato social fue la “Biblia” de muchos revolucionarios, así algunos de ellos interpretaran erróneamente varias de sus ideas principales, como la de voluntad general.
Además de sus planteamientos sociales y políticos, Rousseau se ocupó de la educación. En su obra Emilio o de la educación, planteó una auténtica propuesta pedagógica. Partió de la base que el hombre resultaba bueno por naturaleza y que era la sociedad la que lo corrompía. Por tanto, la educación de un ser humano bueno (Emilio) debía desarrollarse al margen de la sociedad y de las instituciones. Cuando nacía, el niño estaba en estado de naturaleza: la educación debía partir de esta consideración y dejar que la misma educación fuera parte de las necesidades e inquietudes del niño, nunca algo impuesto. El niño aprendía en contacto con la naturaleza y era educado en ella, de ahí la importancia de la educación de los sentidos, del cultivo de la libertad y del instinto o de las pasiones, que el adolescente Emilio, debía de aprender a someter la naturaleza. Este libro constituyó tanto una provocación a los usos educativos de la época como un antecedente de los estudios pedagógicos modernos.
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BIBLIOGRAFÍA:
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Ferrater Mora, José. “Diccionario de
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Onfray, Michel. “Las sabidurías de la
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García –Borrón, Juan Carlos. “Historia de la
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Atlas Universal de filosofía. Manual didáctico
de autores, textos, escuelas y conceptos filosóficos. Editorial Océano.
Barcelona, 2005
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Recopilación: Francisco Javier Vélez Paniagua