lunes, 19 de febrero de 2024

GRADO 11 PRIMER PERÍODO 2024 – TEXTO GUÍA 3B; RACIONALISMO

 

GRADO 11 PRIMER PERÍODO 2024 – TEXTO GUÍA 3B

FILOSOFIA MODERNA 

C - BARUCH SPINOZA (1632-1677)

Nació en Ámsterdam, de una familia acomodada de judíos españoles (obligados a convertirse, pero fieles en secreto a su antigua fe), refugiados en Holanda desde Portugal, para huir de las persecuciones de la Inquisición. Spinoza aprendió el hebreo en la escuela de la comunidad judía de Ámsterdam y estudió con profundidad la Biblia y el Talmud. Entre 1652 y 1656 estudió el latín, que le abrió el mundo de los clásicos (Cicerón y Séneca entre otros) y le permitió acceder a los autores renacentistas y a los filósofos modernos, sobre todo a Descartes, Bacon y Hobbes. Estos conocimientos lo condujeron a apartarse del judaísmo ortodoxo, motivo por el cual fue excomulgado por los rabinos (1656), abandona Ámsterdam y vive unos años en las afueras de la ciudad trabajando como pulidor de lentes. Luego se trasladó a la Haya, ciudad donde residiría hasta su muerte y donde continúo ejerciendo el oficio de pulidor. Durante esa época Spinoza elaboró un sistema filosófico original dentro de la más estricta tradición racionalista.

El pensamiento de Spinoza fue difundido sólo entre sus amigos y en forma particular. Las anotaciones de muchas de sus conversaciones informales fueron descubiertas después de su muerte; aunque en vida publicó algunas obras como El tratado teológico-político (1670) y la Ética demostrada según el orden geométrico (1674), que es considerada su obra más importante. Él no perteneció ni fundó ninguna escuela, sin embargo, alcanzó un lugar junto a los mayores pensadores de todos los tiempos, aunque hubo de transcurrir un siglo después de su muerte para que su pensamiento obtuviera el reconocimiento que merecía.

Su aportación más importante a la filosofía fue su intento de reformar el pensamiento en los campos de la ética y de la política, por eso se le considera como uno de los pensadores más éticamente comprometidos de todas las épocas. Una de las ideas claves de su pensamiento, postula que la realidad se deduce de Dios y lo hace de forma parecida a como se deducen, en geometría, los teoremas a partir de los principios. “La naturaleza no existe para satisfacer a ningún fin ni actúa tampoco por ningún fin; el ser eterno e infinito, que yo llamo Dios o naturaleza, obra con la misma necesidad con que existe; para su existencia, como para su obrar, no hay principio ni finalidad. Lo que se llama finalidad es sólo el deseo humano concebido como principio o causa primera de un objeto.” Si la realidad se deduce de Dios, éste será la sustancia. Por tanto, no hay sino una única sustancia, según Spinoza.  A continuación, se exponen algunos aspectos de su pensamiento.

- TEORÍA POLÍTICA.

La filosofía para Spinoza, era la única forma de conocimiento completo y esencial; por lo que también debía relacionarse con la moral y la política para, no sólo llegar al conocimiento, sino también modelar un estilo de vida ejemplar. Esto lo llevó a buscar la armonía entre el hombre y el universo. Las relaciones entre el ser humano y el mundo fueron el eje central de su pensamiento. 

La auténtica comprensión de la realidad, según Spinoza, parte de captar la unidad del todo por un proceso de ordenación, donde las ideas coincidan con el orden de las cosas externas. Por tanto, se trata de obtener un saber de salvación donde se pasa de ideas inadecuadas a ideas claras (racionalmente enlazadas), para llegar a la intuición de la unidad total. En estas condiciones toda parcialidad se ve superada y se alcanza así la libertad absoluta. Para ello, el Estado debe proteger a los individuos de la injusticia según los dictados racionales y practicar la tolerancia, para que esta libertad quede garantizada.

Spinoza distinguió, en su teoría política, entre el estado natural y el estado civil. En el estado natural del hombre no existe nada lícito o ilícito. El único móvil de las acciones de los individuos es el de su conservación; por lo que cada hombre quiere satisfacer sus propios deseos y considera enemigo a todo aquel que se interponga en su camino. Dada la peligrosidad que supone este comportamiento, es necesario constituir el estado civil, en el que la vida social se rige por leyes que intentan limitar el estado natural, y lo ilícito es la desobediencia a la ley. 

La forma de gobierno más adecuada, consideraba, era la democracia, en la que los individuos transferían sus derechos y sus poderes a unos representantes elegidos por ellos mismos, pero aceptó que el Estado debía ser fuerte para garantizar el pacto social y alejar a los individuos de la tentación de la rebelión. En síntesis, el Estado, según esta teoría debe: permitir la libertad de pensamiento y gobernar a los hombres de modo que, siendo abiertamente opuestos en su pensamiento, vivan, sin embargo, en una concordancia perfecta.

- EL CONCEPTO DE SUSTANCIA

Spinoza define la sustancia como Descartes, pero con algunas diferencias.  Es “aquello que existe por sí mismo y cuyo concepto no necesita de otro concepto para ser comprendido”. En este sentido la afirmación se basa en un monismo absoluto. Entendía la realidad como un todo único, en la que cada parte remitía a la totalidad y en ella encontraba su justificación y fundamento. A esta sustancia única le dio el nombre de Dios o Naturaleza y la doctrina es conocida como panteísmo. “Por Dios entiendo un ser absolutamente infinito, esto es, una sustancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita.”

La diferencia entre la definición de sustancia planteadas por Spinoza y Descartes radicó, en que el primero reestableció la unidad del ser (pensamiento y extensión) que había roto Descartes con la separación de las sustancias (res cogitans y res extensa). El pensamiento y el ser dejaron de ser realidades independientes: cuerpo y espíritu, pensamiento y ser, para pasar a representar diversos aspectos de un único y mismo ser, que es Dios. Spinoza reconoció que Dios era la sustancia infinita y que en ella existían infinitos atributos, pero que la mente humana sólo podía reconocer dos de ellos: el pensamiento y la extensión. También distinguió entre Dios (natura naturans) y las cosas reales, que eran modos o manifestaciones de la sustancia infinita (natura naturata). El modo del pensamiento consistía en la idea y el de la extensión, en los cuerpos materiales; ambos producían las conexiones necesarias que convergían en Dios.

D - G. W LEIBNIZ (1646-1716)

Nació en Leipzig (Alemania), hijo de un profesor universitario. Dotado con una inteligencia extraordinaria y con una enorme capacidad de aprendizaje y asimilación, supo adquirir con mucha rapidez una cultura bastante superior a la de las escuelas que tuvo ocasión de frecuentar. En la biblioteca familiar, que era abundante y muy completa, Leibniz aprendió muchas cosas en calidad de autodidacta. Estudió filosofía en su ciudad natal, matemática y álgebra en Jena y obtuvo el doctorado en Altdorf, cerca de Núremberg a los 20 años. No obstante, el ambiente académico resultaba demasiado estrecho para satisfacer sus aspiraciones de crear una ciencia universal que reuniera las diversas disciplinas y configurar una organización cultural y política de carácter universal. Estas pretensiones lo llevaron de corte en corte y de capital en capital, y lo impulsaron a crear asociaciones de sabios y academias, para formular proyectos culturales y políticos de diverso género, en gran parte utópicos. En él se pueden percibir, según los estudiosos de su obra, dos filosofías: una, optimista, ortodoxa y superficial, y la otra, profunda, coherente y asombrosamente lógica. Su obra es bastante extensa, pues se pronunció frente a todos los temas de su tiempo, en forma epistolar, en tratados y en libros. Sus dos textos más conocidos son la Monadología (1714) y Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano (publicado tras su muerte, en 1765). A continuación, se exponen algunos aspectos relevantes de su pensamiento.

- TEORÍA DEL CONOCIMIENTO.

Leibniz intentó encontrar las leyes y principios de la naturaleza a partir de nociones metafísicas evidentes que pueden conocerse a priori, sin contacto con la realidad ni la experiencia. Consideró dos principios metafísicos como los más importantes para la ciencia: el principio de contradicción, por el que se juzgaba como falso aquello que implicaba una contradicción y como verdadero lo que se oponía a lo falso Y el principio de la razón suficiente, por el que se aceptaba que nada podía ocurrir o existir sin que hubiera una razón suficiente para que ello fuera de tal manera y no de otra. Con estos dos principios, Leibniz pretendía demostrar la existencia de Dios y la naturaleza del universo o lo que las cosas eran. Buscaba, ante todo, la armonía y el orden que regían el mundo. Al igual que Descartes y Spinoza, Leibniz consideró que era posible reducir todas las ciencias a una sola, así como poner de manifiesto los rasgos comunes de todas ellas y sus reglas de transformación. Planteaba que todo lo que existe es una posibilidad realizada y por esta razón está regida por el principio de la razón suficiente.

Su teoría del conocimiento se basó, fundamentalmente, en dos tipos de verdades:

*verdades de razón, son evidentes por sí mismas, constituyen juicios que pueden captarse sin recurrir a la experiencia y se comprenden sólo con la ayuda del entendimiento; por lo que se tratan de ideas innatas conocidas a priori. Su veracidad o falsedad se establece de forma lógica por el principio de contradicción y por ello no se refieren a la realidad. 

*verdades de hecho, son las que están basadas en la experimentación y se refieren a la realidad. Su veracidad se establece a través de la experiencia y responden al principio de razón suficiente.

- TEORÍA DE LAS MÓNADAS

Esta teoría surge a raíz de las críticas a Descartes en su concepción de la materia, pues Leibniz creía que ésta debía ser algo más que extensión.

El sistema filosófico de Leibniz está basado en la noción de sustancia individual. La monada era la sustancia simple o unidad primera de la que todo objeto estaba compuesto. Éstas son indivisibles e inalterables con respecto a cualquier influencia que venga del exterior, ya que, en sí mismas, contienen principios de cambio interno y de movimiento, características que no son más que un despliegue de sus propias posibilidades. Son cualitativamente diferentes entre sí y están ordenadas de forma jerárquica, por lo que es lógico pensar que cada monada es diferente de todas las demás, ya que no existen en la naturaleza dos seres iguales, pero cada una constituye en sí misma una representación del universo y, por tanto, consiste en un microcosmos. Según Leibniz, si se conociera con todo detalle una sola monada sería posible conocer todo el universo real. Para él el universo se componía de estas sustancias que consideraba carentes de extensión, eran elementos conceptuales (metafísicos) que se caracterizaban por la fuerza. Las monadas son puntos de fuerza pura, independientes unas de otras y existentes en número infinito, cuya característica principal es el dinamismo y no la quietud, como creía Descartes. “Era preciso rehabilitar las formas sustanciales, tan desacreditadas hoy en día, pero de tal suerte, que las haga inteligibles, y que separe el uso que debe hacerse de ellas de su abuso. Encontré entonces que su naturaleza consiste en la fuerza” Además, Leibniz creía que en la monada era posible distinguir diferentes estados: el de percepción, que es el presente, lo actual y el de apetición, que es la tendencia a un estado posterior. La monada evoluciona del estado de percepción al de apetición por su propia naturaleza intrínseca.

- EL HOMBRE, EL ALMA, EL MUNDO Y DIOS

Las monadas, de las cuales una de ellas predominaba sobre las demás en cada organismo, permitían explicar la totalidad del mundo físico y constituían el principio y el final del cuerpo de los seres vivos. Todo lo que forma parte del mundo y la naturaleza, como se ha manifestado, es un agregado de monada, pero debe distinguirse entre el nivel de organización de las mismas en los seres vivos y en la materia inorgánica. Mientras en la materia inorgánica las monadas se encuentran por mera yuxtaposición, casi sin vinculación entre sí; en los seres vivos hay una monada superior o rectora que Leibniz denominó entelequia (siguiendo a Aristóteles, aunque introduciendo algunos cambios). El concepto de entelequia Leibniz lo reserva para los animales y vegetales, pero en el ser humano se llama alma o espíritu, que es el grado superior. En el hombre únicamente la monada rectora, el alma, tiene conciencia (o como él la llama apercepción), no solamente percibe, sino que se da cuenta de su propia existencia. Ahora, por encima de la gradación de las monadas finitas o del mundo, está Dios, la monada central o suprema, ya que Leibniz afirmó que Dios estaba formado por una sola monada, que era divina e infinitamente perfecta Por eso, la actividad en el mundo responde al principio de razón suficiente que es querido y comprendido por el creador, ya que Dios obra por su entendimiento y no solamente por su voluntad.

 

 

 

 

 

GRADO 11- PRIMER PERÍODO- 2024 – TEXTO GUÍA 3A: RACIONALISMO

 

GRADO 11 PRIMER PERÍODO 2024 – TEXTO GUÍA 3A

FILOSOFIA MODERNA

La filosofía moderna se caracteriza por la búsqueda de un método que permita llegar al conocimiento y a la verdad, por eso ya no se trata de preguntar ¿qué es la realidad?, sino ¿cómo llegar a la verdad, al conocimiento?

1.     RACIONALISMO

Constituyó una corriente filosófica que se desarrolló en Europa a lo largo del siglo XVII y durante la primera mitad del XVIII. La característica más destacable de esta doctrina fue considerar que sólo a través de la razón se podía alcanzar el conocimiento auténtico o conocimiento de la verdad. Por tanto, atribuyó la primacía a la razón por encima de la experiencia, en la formación del saber. En general, el racionalismo tendía a considerar que los conceptos de la razón eran universales y necesarios, de carácter innato y constitutivo, y que poseían precisamente dichas características debido a que no se inducían de ninguna experiencia concreta. Las ideas innatas son verdaderas en sí mismas, porque estaban prefiguradas en la estructura misma de nuestra mente, de acuerdo a Leibniz. A partir de las ideas innatas, los racionalistas dedujeron un sistema de verdades que permitían abordar la realidad. Se trataba de un sistema deductivo de ideas, similar al método matemático, pues creían que, si la filosofía deseaba ser considerada ciencia, había de funcionar de forma similar al método deductivo matemático, únicamente en esas circunstancias se llegaría al descubrimiento de verdades universales. A continuación, se exponen algunos de los principios que recogen las bases del pensamiento racionalista:

- Se exalta la razón humana como facultad cognoscitiva: es la única que puede aportar un conocimiento válido. La confianza en el poder de la razón lleva a los filósofos racionalista a considerar que la mente humana es infalible si utiliza el método adecuado.

- No se basa en el conocimiento sensible ni en la experiencia para llegar a la verdad. Todo conocimiento que parta de la experiencia sensible es sospechoso y, con frecuencia, falso.

- Se admite la existencia de ideas innatas, anteriores a la experiencia, aunque se descubran gracias a ella.

- Se aspira a crear una filosofía universal válida para todo ser racional.

- Para los pensadores racionalistas las matemáticas representaban el tipo de conocimiento racional perfecto. Esta ciencia constituía un modelo de claridad y certeza, que utilizaba un método de deducción rigurosamente claro.

Para resumir, el racionalismo se caracterizó por considerar que únicamente a través de la razón era posible alcanzar el conocimiento verdadero; por lo que atribuyó la supremacía a la razón por encima de la experiencia, en la formación del conocimiento. Sus principales representantes fueron Descartes, Malebranche, Spinoza y Leibniz.

A - RENÉ DESCARTES (1596-1650)

Nació en la Haya (Turen, Francia). Es considerado como el fundador de la filosofía moderna. A los 10 años ingresó al colegio de los jesuitas de la Fléche, en el que permaneció unos ocho años, recibiendo una educación que incluía lógica, filosofía, física, geometría analítica y álgebra. Al finalizar el colegio, estudió derecho en la universidad de Poitiers, donde se graduó a los 20 años. Una vez graduado en leyes se trasladó a París y se convirtió en un joven desocupado, pero su pensamiento pronto volvió a centrarse en la matemática y la filosofía. En 1617 se trasladó a Holanda para ingresar en el ejército, pero como en ese tiempo el país no estaba en guerra, disfrutó de dos años para desarrollar su pensamiento filosófico que fue plasmado en la obra El discurso del método. En 1621 abandonó el ejército y tras viajar un tiempo por Italia se estableció en París en 1625, tres años más tarde, volvió a alistarse en el ejército holandés y, al finalizar su misión militar, vivió en Holanda durante veinte años (1629–1649). A esa época pertenecen gran parte de sus escritos, entre los que se destaca, fuera del ya mencionado, Los principios de la filosofía (1644). En 1649 la reina Cristina de Suecia, que se sentía atraída por la filosofía cartesiana y deseaba que fuera el mismo Descartes quién la instruyera, envió un barco para trasladar al filósofo a Suecia. A su llegada, la reina dispuso que el horario de clases se desarrollara a partir de las 5 de la madrugada. Durante su estancia en Estocolmo, Descartes evitó la compañía de casi todo el mundo, excepto la de sus amigos y discípulos y dedicó su tiempo a la aplicación de sus principios a la filosofía, la ciencia y la matemática, así como a la divulgación de su pensamiento. La dureza del clima sueco y la estricta disciplina de trabajo provocaron en el filósofo una pulmonía de la que no pudo reponerse, falleció en febrero de 1950. A continuación, se señalan algunas características de su filosofía:

- LA BÚSQUEDA DE UN NUEVO MÉTODO EN FILOSOFÍA.

Descartes consideraba que los sistemas filosóficos existentes, no correspondían a su idea de creer que la filosofía debía ser un saber universalmente válido, lo cual hizo que, como punto de partida, abandonara los sistemas filosóficos anteriores; aunque creía que en ellos había siempre algo de cierto, consideraba que se trataba de verdades muy particulares y que su adopción no haría más que perturbar la coherencia del discurso que el pretendía construir.

En su obra, Principios de filosofía, afirmó que ésta es un conocimiento perfecto de todas las cosas que el hombre pueda conocer y que todo puede llegar a conocerse si se utiliza el método adecuado, a saber, un sistema que haga uso de las capacidades y operaciones de la mente. Las herramientas de que dispone la mente son la intuición y la deducción. La primera consiste en la captación inmediata de una verdad, mientras que la deducción es toda conclusión necesaria derivada de otras cosas conocidas con certeza.

El método para conocer la verdad no ha de ser complicado: basta con que se sigan unas reglas básicas, si se procede de esta manera la mente alcanza el verdadero conocimiento. Los pasos que deben seguirse y las consideraciones que hay que tener en cuenta serían las siguientes:

-. No tomar nunca como verdadera ninguna idea hasta que se disponga de pruebas que demuestren que lo es.

.-Fraccionar los problemas en partes para poder solucionarlos operando desde los más simples a los más complejos. Se trata del descubrimiento o la resolución.

-. Comenzando por lo simple e ir componiendo, de forma ordenada, lo más complejo. Se trata de la síntesis o composición.

-. Realizar enumeraciones complejas y revisiones generales para no omitir nada.

De forma paralela y para elaborar su método de investigación filosófica, Descartes partió del modelo matemático, y tuvo en cuenta los siguientes puntos:

.-Búsqueda de una o varias verdades evidentes, cuya negación implique contradicción: se trata de los axiomas.

.-Establecer un conjunto de reglas de deducción segura y eficaz que permita, al partir de los axiomas, demostrar otras verdades: son los teoremas.

.-Seguir la cadena de razones. Estas incluyen los pasos con los que procede el matemático en su discurrido, los eslabones de la cadena de los que depende la conexión y que hacen evidente el orden de su constitución.

El método matemático se reduce al uso de la intuición y la deducción. Mediante la primera se conoce las verdades evidentes (los axiomas). Y a través de la deducción se alcanza las verdades que, sin parecer inmediatamente evidentes, logran serlo gracias a que se llega a ellas partiendo de los axiomas y procediendo a través de las cadenas de razones.

- LA DUDA METÓDICA

Una vez establecida su línea de pensamiento, Descartes la aplicó a la filosofía. Lo primero que emprendió fue la búsqueda de una verdad indudable que sirviera como axioma, estableciendo así la denominada duda metódica, que es un paso del método que hay que seguir. Se preguntó sobre las cosas de las que se podía dudar y, en primer lugar, afirmó que era posible poner en tela de juicio los datos que proporcionan los sentidos, puesto que en ocasiones eran equivocados, así como la existencia del mundo exterior en general, los razonamientos matemáticos e incluso, el propio cuerpo. Al examinar los pensamientos, pretendió establecer que todo lo que una persona pensaba no era más que una mera ilusión, que no se trataba de nada real. Así, llegó a la conclusión de que lo único que le quedaba era una mente desprovista de cualquier contenido, una conciencia que pensaba. Pero si pensaba, tenía que existir; de ahí su famosa frase, pienso, luego existo (el cogito, ergo sum). Esta idea se le presentó de forma tan clara y distinta que no la puso en duda y fue el concepto en el que basó el principio y la verdad primera de su discurso: “yo existo como algo que piensa”, es decir, como “una sustancia cuya naturaleza o esencia es pensar” y que no precisa de ningún soporte material para su existencia.

 LA DEMOSTRACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS.

Descartes había demostrado que el hombre era básicamente un ser que pensaba. Esta solución le planteó otra duda ¿Qué era el mundo material, que precisaba del pensamiento para probar su existencia? Mediante su método llegó a distinguir las tres sustancias que componían el mundo real, a saber: el yo pensante, Dios y el mundo. La existencia del yo, su subjetividad, quedó demostrada, por la existencia de los pensamientos. Los conceptos que el yo piensa se pueden clasificar y ordenar por ideas adquiridas (aquellas que provienen del exterior, y por tanto fácilmente erróneas), ideas artificiales (las que el ser humano inventa arbitrariamente) e ideas innatas (que emergen de la misma facultad de pensar). La idea de Dios, como se expondrá a continuación, es una idea innata.

La demostración de la existencia de Dios era necesaria para que Descartes pasara de la interioridad subjetiva a la realidad objetiva: se precisaba un Dios que no engañara y diera validez a sus ideas claras y distintas. En consecuencia, la demostración de su existencia debía partir de su propio yo, de la única realidad que hasta entonces había establecido. Para demostrar la existencia de Dios Descartes recurrió a argumentos ontológicos. Postuló que “existen ideas que parece ser que hayan nacido conmigo (ideas innatas), como, por ejemplo, la de un ser perfecto”. La idea de la perfección está en los seres humanos, el yo pensante que se sabe imperfecto, y si se muestra consciente de ello es precisamente porque posee la idea de la perfección. Pero esta idea es innata, no puede proceder de sí mismo o del mundo exterior, ambos imperfectos. Y esta idea de perfección es precisamente la idea de Dios. De este modo, Descartes afirmó que había encontrado en sí mismo la idea de Dios, que se correspondía con la de un ser infinito, dotado de ilimitadas perfecciones.

Descartes pensaba que, si Dios lo había creado, no era extraño suponer que lo hiciera a su imagen, y así surgió la idea: “Dios está en mí, de la misma manera que yo pienso y me conozco a mí mismo”. Según Descartes la idea de Dios sólo podía constituir una idea innata, “pues su contenido (una sustancia infinita, inmutable e independiente) es tan diferente a mi yo que, sólo si Dios existe realmente puede haber dejado en mí esta idea”.

Una vez demostrada la existencia divina, que por definición es pura bondad, no forma parte de su esencia el actuar de manera engañosa. La existencia de Dios asegura que el mundo no es un espejismo y que, por tanto, los cuerpos y las cosas materiales existen. Por lo que, si bien los datos que me otorgan los sentidos no son los suficientemente seguros como para basar en ellos un criterio de verdad, sí pueden ser aceptados como fidedignos. De esta forma Dios se convierte en garante del conocimiento, de la veracidad de las ideas que proceden del mundo exterior.

Descartes también utilizó otros argumentos para probar la existencia de Dios a partir de la misma idea del ser supremo y con ello llegó a la conclusión de que Dios existía realmente y esta existencia se podía afirmar de forma segura y cierta, como sucedía con cualquier demostración en sí mismo, independientemente de las ideas.

- LA SUSTANCIA CARTESIANA.

Ahondando en la idea de las sustancias, Descartes afirmó que la sustancia era aquello que no precisaba de ninguna otra cosa para existir. En este sentido, más metafísico, sólo existe una sustancia divina e infinita, que es Dios. Sólo Dios es verdaderamente sustancia; no necesita verdaderamente nada más que existir, ya que su esencia implica su existencia. Pero también existen sustancias finitas como la sustancia extensa y la sustancia pensante, las cuales reciben de Dios la causa última de su existencia. Es decir, Descartes admitía la existencia de dos sustancias creadas y finitas: el mundo exterior donde se incluye el cuerpo y la mente.

Hasta el momento se ha planteado la idea de la existencia del ser humano como ente pensante y la de Dios como ser perfecto; Descartes consideró a ambas sustancias, pero con algunas diferencias: Dios es sustancia eterna (res aeterna) y el hombre es una sustancia cuya característica o cuyo atributo fundamental reside en pensar (res cogitans). Puesto que Descartes llegó a la conclusión de la existencia del cuerpo y del mundo exterior a través de la de Dios, también los consideró sustancias (res extensa).

Dios, según la filosofía de Descartes, creo dos clases de sustancias que constituyen el todo en la realidad. Una clase de sustancia es la pensante, o inteligencia, y la otra consiste en la sustancia extensa o física, la de los cuerpos y el mundo. Esta última sustancia es finita y creada. Las sustancias finitas presentan una serie de propiedades: unas esenciales y otras accidentales. Las esenciales constituyen los atributos. A su vez, denomina “modos” a las propiedades accidentales: son modos de la sustancia corpórea la figura, el movimiento o la posición. En la sustancia pensante los modos son el amar, el odiar, el juzgar o el desear. El atributo fundamental de los cuerpos y el mundo es la extensión, es decir, el hecho de ocupar un lugar en el espacio: por este motivo Descartes la denomina sustancia extensa (res extensa).

- EL ALMA.

Según descartes, en el mundo todo ocurría mecánicamente y con precisión, pues era el resultado de la obra de un ser inteligente que lo había dotado de leyes inmutables. Esta teoría mecanicista también la aplicó a los seres vivos, tanto a los animales como a los seres humanos. En vista que los animales no tenían rasgos que permitieran conocer que poseían sustancia pensante, podía deducirse que su movimiento era de tipo mecánico. En el caso de los seres humanos postuló que estos estaban formados por dos sustancias que no se comunicaban: la pensante y la extensa, en la que el cuerpo funcionaba de forma mecánica. La pensante correspondía al alma; por lo que en la filosofía moderna el alma se identifica con el sujeto. A partir del primer principio de Descartes (pienso, luego existo), el filósofo estableció que el yo no precisaba de ningún soporte material para su existencia. De este modo llegó a la conclusión que el alma era totalmente distinta del cuerpo, pero más fácil de conocer ya que ésta seguiría siendo, aunque ya no exista. Concluyó que toda vinculación entre el cuerpo y el alma era puramente accidental, estableciendo así, al igual que Platón, un dualismo entre cuerpo y alma.

B - NICOLÁS MALEBRANCHEN (1638-1715)

Nació en París y estudió filosofía y teología en el Collage de la Marche y en la Sorbona. A los 21 años ingresó en la congregación del oratorio, en el cual fue ordenado sacerdote cuatro años más tarde (1664). En esa época, empezó a leer la obra de Descartes que influyó considerablemente en su pensamiento. El método cartesiano le pareció muy adecuado para demostrar las teorías de San Agustín, autor de cuyas hipótesis quedó impregnado en el entorno espiritual del oratorio. Como matemático distinguido fue elegido miembro honorario de la Academia de Ciencias Francesa en el año de 1699. Entre sus obras más importantes se destacan: La búsqueda de la verdad (1674), Tratado de la naturaleza y de la gracia (1680), Tratado de moral (1683), Conversaciones sobre la física y la religión (1688), entre muchas otras. Los rasgos de su pensamiento se pueden dividir en:

- EL CONOCIMIENTO Y LAS IDEAS.

Como buen racionalista, Malebranche afirmó que el saber intelectual era el único conocimiento propiamente dicho y que podía tomar cuatro formas: conocimiento por sí mismo, el que se tiene de Dios; conocimiento por ideas, el que se tiene de los cuerpos; conocimiento por conciencia, el que se tiene de uno mismo; y conocimiento por conjetura, el que se tiene de los otros hombres. Malebranche se centró en el conocimiento por sí mismo y el conocimiento por ideas. Para él, el entendimiento humano era totalmente pasivo en el acto de conocer; así, si la realidad conocida no actuaba sobre el entendimiento jamás podría éste llegar a ella. Según esta visión, únicamente pueden conocerse las realidades espirituales y no así las corporales; sin embargo, las realidades corporales pueden verse sustituidas por otras no corporales que las representen: las ideas. En consecuencia, el conocimiento que se tiene de los cuerpos y del mundo material se realiza siempre a través de las ideas. Es decir, las ideas se presentan como modelos o arquetipos de las cosas, pero estas ideas no son producidas por un individuo en particular, sino que provienen de Dios. En definitiva, concluyó Malebranche, las ideas no son algo distinto de Dios sino sus propios pensamientos, y dado que el hombre no conoce las cosas corporales más que a través de las ideas, accede a ellas a través del pensamiento de Dios y, conocer los pensamientos de Dios, es conocerlo a él, según cree Malebranche; ya que en él todo constituye una sola y simple esencia. De esta forma el ser humano primero conoce a Dios y el resto de las cosas son percibidas en él o a través de él.

- LA CAUSALIDAD Y EL OCASIONALISMO

En general se entiende por causalidad el origen, el principio o la ley en virtud de las cuales se producen efectos; dicho de otra forma, es la relación existente entre causa y efecto. Para Malebranche solamente Dios era capaz de crear y, por tanto, de causar en sentido estricto. De este modo, las que son llamadas causas no son más que ocasiones (o causas ocasionales) para  la intervención siempre creadora de Dios. Dios toma las relaciones entre las cosas del mundo material o entre el alma y el cuerpo del ser humano, como ocasiones para ejercer su voluntad. Según este autor la relación entre el alma y el cuerpo y los vínculos existentes entre todas las cosas eran establecidas por el creador, que las tomaba como ocasiones para realizar su divina voluntad y determinar la eternidad, inmutabilidad y validez universal de las mismas. Nada existe u ocurre en la naturaleza si Dios no lo ha dispuesto de ese modo. Malebranche puso un ejemplo para intentar explicar las ideas típicas del ocasionalismo. Decía “no es el hecho de poner la mano sobre el fuego lo que produce la sensación de calor, sino que está proximidad es la ocasión para que Dios actúe produciendo dolor”.

- LA COMUNICACION DE LAS SUSTANCIAS

Respecto al problema de la comunicación de las sustancias, suscitado por el concepto de sustancia cartesiana, el pensamiento de Malebranche llega hasta sus últimas consecuencias, según él no existe una unión metafísica entre alma y cuerpo. Todas las actividades del alma que parecen causar efectos sobre el cuerpo, en realidad son causas ocasionales, que sólo actúan por la eficacia de la voluntad de Dios. “No hay una relación necesaria entre las dos substancias de que estamos compuestos. Las modalidades del cuerpo no tienen eficacia suficiente para modificar las modalidades del espíritu. Empero, las modalidades de determinada parte del cerebro, que yo no determinaré, se ven siempre seguidas por modalidades o sentimientos del alma; y esto ocurre únicamente como consecuencia de las leyes siempre eficaces de la unión entre estas dos substancias, esto es, para decirlo con más claridad, como consecuencia de las voluntades constantes y siempre eficaces del autor de nuestro ser. No existe ninguna relación de causalidad entre un cuerpo y un espíritu...”

Por tanto, la doctrina del ocasionalismo encontró también la solución al problema de la comunicación de las sustancias que implicaban las ideas de Descartes. La imposibilidad de una conexión causal en los seres creados se acentúa en el hombre, integrado por un principio corpóreo y otro espiritual; las relaciones causales entre uno y otro se hacen todavía más ininteligibles en virtud de la doctrina cartesiana de las dos sustancias. Sólo la casualidad divina puede dar cuenta y explicación de la correlación entre los fenómenos corpóreos y los anímicos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

GRADO 11- PRIMER PERÍODO- TEXTO GUÍA 2: LA REVOLUCIÓN FILOSÓFICO-CIENTÍFICA

 

GRADO 11- PRIMER PERÍODO- TEXTO GUÍA 2

LA REVOLUCIÓN FILOSÓFICO-CIENTÍFICA

Como se ha mencionado, una de las características típicas y sobresalientes del Renacimiento es la creación de la nueva ciencia natural, la cual propiciará una gran revolución filosófica y científica.

La ciencia moderna se convertirá, a la postre en uno de los grandes resortes del mundo moderno. Le trazará a la filosofía nuevas rutas ya que planteará inusitados problemas que necesariamente habrá de retomar. Además, la ciencia, que tiene su punto de partida en el Renacimiento, incidirá por medio de su eficaz aplicación o técnica en la realidad, trasformando de manera sorprendente el mundo y la existencia del hombre.

La nueva ciencia va a surgir cuando el pensamiento logra liberarse de este doble sostenimiento. Por ello se da de manera gradual.

Para el pensador o científico moderno lo que cuenta no es la erudición, el fiel conocimiento de los textos y la repetición de los mismos, sino el conocimiento de la realidad y el sostenimiento o control de los hechos. De esta manera Leonardo da Vinci (1452-1519), uno de los grandes genios del Renacimiento, pintor, arquitecto, escultor, científico y técnico habla de dos tipos de filósofos: los “descubridores” y los “imitadores” o “comentaristas”. Los primeros parten de la experiencia y son inventores o innovadores, mientras que los segundos se apartan de la naturaleza y la realidad para perderse en un mundo de meras sutilezas conceptuales.

Una característica principal de la ciencia moderna es el método, el cual le lleva a interpretar los hechos de manera racional. La razón de la ciencia moderna está interesada en comprobar las cosas y se basa en principios matemáticos; por eso se pone más énfasis en lo cuantitativo que en lo especulativo.

La naturaleza es vista como algo semejante al hombre y no como algo pecaminoso y voluptuoso. Más adelante esta concepción permitirá ver la naturaleza como una especie de libro abierto ante la mirada escudriñadora del científico. La interpretación de la naturaleza no debe realizarse sólo en una forma mística o por medio de la revelación, como hacían los medievales, sino que reclama una forma lógica de lectura, pues, como afirma Galileo, el libro de la naturaleza está escrito en caracteres matemáticos. Además del criterio matemático y deductivo, que propone Galileo, la filosofía del renacimiento se orienta hacia un camino puramente empírico.

 Bernardo Telesio (1509- 1588), como más tarde lo hará Francis Bacon, propone que la naturaleza ya no sea examinada con categorías abstractas, sino que se le investigue a partir de sus propios principios e inherentes características, que se dan en los fenómenos concretos que se observan en la naturaleza. Fenómenos que son invariables y constantes en todas partes.

Para Telesio la percepción sensible es el medio básico del conocimiento. La sensación precede toda operación del intelecto, es decir, es anterior a toda operación que ordene racionalmente y que compare los hechos particulares pues gracias a ella se establece el contacto entre sujeto y objeto, entre conocimiento y realidad. De acuerdo con este Renacentista, “toda aprehensión racional de un objeto supone un contacto sensible con él, pues solo tenemos conciencia de un objeto cuando esta obra sobre nosotros, es más, cuando en virtud de ese obrar penetra en nosotros”.

Telesio, al darle mayor importancia a la sensación y a la experiencia como fuente de conocimiento, se adelanta a la filosofía empirista.

El mero interés por el mundo sensible (sensualismo), por aprehenderlo directa y exhaustivamente no dio origen al concepto de naturaleza manejado por la ciencia moderna, sino más bien surgió cuando se lograron establecer determinados criterios de la experiencia misma a partir de la matemática y de los nuevos modos de pensamiento que de ella se derivan.

Para la constitución de la ciencia era necesario realizar una selección de los elementos fundamentales de la experiencia.

A juicio de E. Cassirer, la delimitación o separación entre lo necesario y lo contingente, entre la legalidad y la arbitrariedad fantástica que privaba, por ejemplo, en la magia y la astrología no fue lograda por el empirismo ni por el sensualismo de la filosofía de la naturaleza. Sino por el intelectualismo de las matemáticas, al que se adhirieron autores como Leonardo da Vinci y Galileo.  Así, para Leonardo el único medio verdadero para llegar a un conocimiento de la naturaleza es el de las matemáticas: “quien censure la suprema sabiduría de las matemáticas se nutrirá de confusión y nunca podrá acallar las contradicciones de las ciencias sofisticas de las que tan solo se desprende una perenne algarabía”.

¿Qué lugar ocupa la experiencia, dentro de este criterio forjado por el Leonardo da Vinci?  ¿Acaso debe desecharse?  Para el sabio renacentista la razón y la experiencia deben apoyarse mutuamente: la experiencia solo se cumple y termina en las matemáticas, así como estas solo producen su fruto en la experiencia: “el auténtico camino de la investigación consiste en reducir, mediante la permanente relación de la experiencia con las matemáticas, la vacilante e incierta profusión de los fenómenos a determinada medida y a una regla fija, en convertir lo empírico y contingente en legal y necesario”.

Leonardo da Vinci establece así un criterio de verdad que será fundamental para la ciencia moderna. El criterio se basa en la exigencia de necesidad y de validez universal. Para comprender a la naturaleza no basta atenerse a los puros sentidos, a las meras sensaciones ni al sentimiento inmediato de la vida, sino que es necesario reducirla a leyes necesarias.

Continuando con esta idea, Galileo considerara que no solo hay necesidad en la naturaleza, si no que toda ella es necesidad, ya que solo podremos comprenderla a través de una rigurosa relación entre causas y efectos.

Pero este concepto de necesidad esgrimido por Leonardo (y también por Galileo) está lejos de aniquilar la libertad del hombre que con tanto afán defendió el renacimiento.

 Para Leonardo, la necesidad que rige la naturaleza no se opone al reino de la libertad y del espíritu, sino que se convierte en parte esencial del espíritu mismo. De esta manera exclama:

¡Oh admirable necesidad! con suprema razón obligas a todos los efectos a participar de sus causas; toda acción natural obedece a tu suprema o irrevocable ley… ¿Quién podrá explicar esa maravilla que eleva el entendimiento humano hasta la contemplación divina? ¡Oh poderoso instrumento de la artificiosa naturaleza, a ti corresponde obedecer la ley que establecieron Dios y el tiempo de la naturaleza creadora!

Para Leonardo, la naturaleza no significa el reino de lo informe, de la materia que domina a la forma y al espíritu. Lejos de esto, constituye el reino donde se dan las formas perfectas (armonía y perfección) y universales. De esta manera, la naturaleza queda redimida y ennoblecida. Ya no se opone al hombre como si fuera una fuerza extraña y hostil. Como bien señala Cassirer, con Leonardo da Vinci: “La idealidad de las matemáticas eleva el espíritu a su altura suprema y solo gracias a ella alcanza este su verdadero complemento y perfección; las matemáticas anulan las barreras que la concepción medieval había exigido entre la naturaleza y el espíritu por una parte y entre el intelecto humano y el divino por otra.

Esta nueva concepción de la ciencia y la naturaleza que hemos tratado de reseñar va a dar en el Renacimiento, origen a una crisis, a una ruptura con las concepciones medievales.

La revolución científica que se da en el Renacimiento se hace patente, principalmente, con la aparición de la nueva concepción cosmológica postulada por Copérnico - la concepción llamada heliocéntrica -, la cual se enfrenta a la tradicional (concepción geocéntrica) aceptada y defendida por los dogmas religiosos. Este enfrentamiento entre dos teorías antagónicas ejemplifica el fenómeno que Thomas S. Kuhn analiza en su libro La estructura de las revoluciones científicas. A saber; las batallas que se establecen en torno a los cambios de “paradigmas” y todas las implicaciones que esto conlleva.

 Por ejemplo, una de estas implicaciones consiste en que, al surgir una nueva teoría, surge concomitantemente una nueva forma de ver y percibir el mundo. A propósito de la revolución Copernicana, Kuhn explica este cambio del concepto del mundo de la siguiente manera: “los seguidores de Copérnico que le negaban al sol su título tradicional de “planeta” o lo que era el Sol, sino que en lugar de ello estaban cambiando el significado de Planeta para poder continuar haciendo distinciones útiles en un mundo en el que todos los cuerpos celestes, no solo el sol, estaban siendo vistos de manera diferente a como se veían antes”

Esta revolución provocada por la teoría Copernicana es equiparable a la que se dio tiempo después en el siglo xix, por la obra de Darwin cuya teoría de la evolución provoca similares enfrentamientos de ideas y concepciones del hombre y del mundo contrapuestos.

*Nicolás Copérnico (1473-1543) era hijo de un próspero comerciante y funcionario municipal de la vieja ciudad hanseática de Thorn, sobre el Vistula. Su padre falleció cuando contaba apenas diez años de edad, por lo que fue adoptado por su tío Lucas Watzelrode, quien fue nombrado obispo de Ermland en 1489. Durante los años 1496 a 1506 estudio en Italia, más tarde volvió a su patria para ocupar una canonjía en Fravenburg, en el báltico, cuando su tío falleció en 1512.

Las actividades de Copérnico en los treinta años que permaneció en Fravenburg fueron muy variadas, pues se dedicó a la medicina, las finanzas, la política y los asuntos eclesiásticos. Su nuevo sistema cosmológico, sobre el cual comenzó a trabajar cuando era aún muy joven, colocaba al sol en el centro del universo, atribuyendo tres movimientos a la tierra: un giro diario sobre su propio eje, una órbita anual en torno al sol y un giro del eje de rotación de la tierra a fin de explicar la precesión de los equinoccios. Su obra principal donde está consagrada su teoría y que data de 1543 se llama: De las revoluciones de los orbes celestes.

La reforma emprendida por Copérnico, en el campo de la  astronomía, significo un gran avance y un importante legado para las ideas modernas.”La fuerza en el universo ya no quedaba delegada a una jerarquía de Ángeles, desde el primer motor en la circunferencia del universo hasta La Tierra inferior en el centro, sino que estaba regida plenamente por el sol que gobernaba cuerpos de condición aproximadamente igual, tanto en la tierra como los planetas, las cuales poseían, así mismo, gravedad  y circularidad de movimientos”.

*Galileo Galilei (1564-1642): Expresión notable de esta gran revolución científica que se da en la época moderna, es fundador de una nueva ciencia mecánica que se fue abriendo paso entre las viejas concepciones; como astrónomo reafirma la Teoría heliocéntrica de Copérnico. Enseño en las Universidades de Padua y Pisa (Italia) de donde era originario. En 1610 vivió en Florencia como filósofo y primer matemático del Gran Duque de Toscana, donde tuvo oportunidad de realizar importantes investigaciones astronómicas y, cuando sus investigaciones fueron fustigadas o condenadas por las autoridades religiosas, reanudo sus antiguos estudios sobre mecánica.

Galileo escribió dos obras importantes llamadas: Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, el Ptolemaico y el Copernicano (1632) y Dos nuevas ciencias (1638). Estas obras- recordando a Platón y para hacerse más accesible-adoptan la forma de diálogos donde unos personajes están a favor de las doctrinas aristotélicas o tradicionales, mientras que otros defienden los nuevos puntos de vista.

Para Galileo resulta muy importante las consecuencias prácticas de la ciencia: la construcción de todo tipo instrumentos y de máquinas debido a la actividad de un gran número de artesanos. Sin embargo, la artesanía en sí misma no es ciencia, sino que se apoya o complementa con las matemáticas y el método científico. Galileo pensaba que las matemáticas se pueden ajustar a los objetos físicos para interpretar la naturaleza mediante experimentos adecuados. Estas ideas expresan el ideal de la ciencia moderna según el pensar de los renacentistas.

La oposición de Galileo al pensamiento aristotélico, que en La Edad Media y aun en su tiempo representaba un punto de vista indiscutible (un dogma), se puede ejemplificar en sus famosas investigaciones sobre la caída libre de los cuerpos, cuestión en que se plantea el problema de la caída de los objetos bajo la fuerza de la gravedad. Galileo demuestra que la teoría aristotélica, según la cual los objetos pesados caen más rápidamente que los ligeros, era errónea. Haciendo una serie de experimentos, Galileo llego a la conclusión de que todos los cuerpos, independientemente de su peso, caían recorriendo las mismas distancias en el mismo tiempo, y que la distancia recorrida es proporcional al cuadrado del tiempo de caída; en otras palabras, las velocidades de los cuerpos graves aumentaban uniformemente con el tiempo.

Para la física sostenida por los aristotélicos, la acción constante de una fuerza hacía que un cuerpo se moviese con velocidad uniforme. En cambio, Galileo demostraba que los cuerpos no se mueven con velocidad uniforme bajo la influencia constante de la fuerza de la gravedad.  En sus observaciones Galileo establecía el Principio de inercia, según el cual un cuerpo permanece en el mismo estado de reposo o movimiento uniforme mientras no actúe sobre él ninguna fuerza.

Por toda esta serie de hallazgos logrados por Galileo, el método científico matemático-experimental alcanzó un considerable desarrollo. Este método aplicaba la observación a fenómenos susceptibles de medición, ya que las matemáticas no podían aplicarse a cualidades no medibles. Para ello se requería un método inductivo como el empleado por el filósofo empirista Francis Bacón. Según el historiador de la ciencia Stephen F. Mason, durante el siglo XVII el método matemático deductivo recibió la más amplia aplicación; de hecho, se convirtió en una filosofía. Las propiedades no medibles de la materia que ignoraban los científicos matemáticos llegaron a considerarse ilegales.

Como sabio representativo del Renacimiento Galileo fue un científico completo. Además de comprobar y postular teorías que contribuyeron a la demolición del viejo orden, construyó instrumentos científicos como telescopios de gran alcance, a través de los cuales escudriñó los cielos y descubrió inusitados; por ejemplo, que los cuerpos celestes no eran tan perfectos y superiores a la tierra como sostenía la tradición aristotélica y, en consecuencia, la tradición escolástica.  Se encontró que “había manchas en la faz del Sol y que la Luna parecía ser en gran medida como la Tierra, poseyendo inmensas montañas cuya altura estimó a partir de la sombra que arrojaban.

Cuando los descubrimientos de Galileo lograron difundirse ampliamente, encontraron una fuerte oposición por parte de los eclesiásticos que acabaron por calificarlos de “heréticos”. Los filósofos escolásticos también condenaban sus opiniones por no ser compatibles con la autoridad de Aristóteles, y, con las ideas establecidas. Así, en 1615 el eminente científico fue llamado ante la inquisición en Roma y obligado a regenerar o abjurar de la teoría copernicana que él había defendido.

 “Las proposiciones de que la tierra rotaba sobre su eje y de que se movía en torno al sol se declararon oficialmente falsas y heréticas, y en 1616 la obra de Copérnico fue incluida en el Índice de libros prohibidos de donde no salió hasta 1835”.