GRADO 11- PRIMER PERÍODO- TEXTO GUÍA 2
LA REVOLUCIÓN FILOSÓFICO-CIENTÍFICA
Como
se ha mencionado, una de las características típicas y sobresalientes del
Renacimiento es la creación de la nueva ciencia natural, la cual propiciará una
gran revolución filosófica y científica.
La
ciencia moderna se convertirá, a la postre en uno de los grandes resortes del
mundo moderno. Le trazará a la filosofía nuevas rutas ya que planteará
inusitados problemas que necesariamente habrá de retomar. Además, la ciencia,
que tiene su punto de partida en el Renacimiento, incidirá por medio de su
eficaz aplicación o técnica en la realidad, trasformando de manera sorprendente
el mundo y la existencia del hombre.
La
nueva ciencia va a surgir cuando el pensamiento logra liberarse de este doble
sostenimiento. Por ello se da de manera gradual.
Para
el pensador o científico moderno lo que cuenta no es la erudición, el fiel
conocimiento de los textos y la repetición de los mismos, sino el conocimiento
de la realidad y el sostenimiento o control de los hechos. De esta manera
Leonardo da Vinci (1452-1519), uno de los grandes genios del Renacimiento,
pintor, arquitecto, escultor, científico y técnico habla de dos tipos de
filósofos: los “descubridores” y los “imitadores” o “comentaristas”. Los
primeros parten de la experiencia y son inventores o innovadores, mientras que
los segundos se apartan de la naturaleza y la realidad para perderse en un
mundo de meras sutilezas conceptuales.
Una
característica principal de la ciencia moderna es el método, el cual le lleva a
interpretar los hechos de manera racional. La razón de la ciencia moderna está
interesada en comprobar las cosas y se basa en principios matemáticos; por eso
se pone más énfasis en lo cuantitativo que en lo especulativo.
La
naturaleza es vista como algo semejante al hombre y no como algo pecaminoso y
voluptuoso. Más adelante esta concepción permitirá ver la naturaleza como una
especie de libro abierto ante la mirada escudriñadora del científico. La
interpretación de la naturaleza no debe realizarse sólo en una forma mística o
por medio de la revelación, como hacían los medievales, sino que reclama una
forma lógica de lectura, pues, como afirma Galileo, el libro de la naturaleza
está escrito en caracteres matemáticos. Además del criterio matemático y
deductivo, que propone Galileo, la filosofía del renacimiento se orienta hacia
un camino puramente empírico.
Bernardo Telesio (1509- 1588), como más tarde
lo hará Francis Bacon, propone que la naturaleza ya no sea examinada con
categorías abstractas, sino que se le investigue a partir de sus propios
principios e inherentes características, que se dan en los fenómenos concretos
que se observan en la naturaleza. Fenómenos que son invariables y constantes en
todas partes.
Para
Telesio la percepción sensible es el medio básico del conocimiento. La
sensación precede toda operación del intelecto, es decir, es anterior a toda
operación que ordene racionalmente y que compare los hechos particulares pues
gracias a ella se establece el contacto entre sujeto y objeto, entre
conocimiento y realidad. De acuerdo con este Renacentista, “toda aprehensión
racional de un objeto supone un contacto sensible con él, pues solo tenemos
conciencia de un objeto cuando esta obra sobre nosotros, es más, cuando en
virtud de ese obrar penetra en nosotros”.
Telesio,
al darle mayor importancia a la sensación y a la experiencia como fuente de
conocimiento, se adelanta a la filosofía empirista.
El
mero interés por el mundo sensible (sensualismo), por aprehenderlo directa y
exhaustivamente no dio origen al concepto de naturaleza manejado por la ciencia
moderna, sino más bien surgió cuando se lograron establecer determinados
criterios de la experiencia misma a partir de la matemática y de los nuevos
modos de pensamiento que de ella se derivan.
Para
la constitución de la ciencia era necesario realizar una selección de los
elementos fundamentales de la experiencia.
A juicio de E. Cassirer, la delimitación o separación entre lo necesario y lo contingente, entre la legalidad y la arbitrariedad fantástica que privaba, por ejemplo, en la magia y la astrología no fue lograda por el empirismo ni por el sensualismo de la filosofía de la naturaleza. Sino por el intelectualismo de las matemáticas, al que se adhirieron autores como Leonardo da Vinci y Galileo. Así, para Leonardo el único medio verdadero para llegar a un conocimiento de la naturaleza es el de las matemáticas: “quien censure la suprema sabiduría de las matemáticas se nutrirá de confusión y nunca podrá acallar las contradicciones de las ciencias sofisticas de las que tan solo se desprende una perenne algarabía”.
¿Qué
lugar ocupa la experiencia, dentro de este criterio forjado por el Leonardo da
Vinci? ¿Acaso debe desecharse? Para el sabio renacentista la razón y la
experiencia deben apoyarse mutuamente: la experiencia solo se cumple y termina
en las matemáticas, así como estas solo producen su fruto en la experiencia:
“el auténtico camino de la investigación consiste en reducir, mediante la
permanente relación de la experiencia con las matemáticas, la vacilante e
incierta profusión de los fenómenos a determinada medida y a una regla fija, en
convertir lo empírico y contingente en legal y necesario”.
Leonardo
da Vinci establece así un criterio de verdad que será fundamental para la
ciencia moderna. El criterio se basa en la exigencia de necesidad y de validez
universal. Para comprender a la naturaleza no basta atenerse a los puros
sentidos, a las meras sensaciones ni al sentimiento inmediato de la vida, sino
que es necesario reducirla a leyes necesarias.
Continuando
con esta idea, Galileo considerara que no solo hay necesidad en la naturaleza,
si no que toda ella es necesidad, ya que solo podremos comprenderla a través de
una rigurosa relación entre causas y efectos.
Pero
este concepto de necesidad esgrimido por Leonardo (y también por Galileo) está
lejos de aniquilar la libertad del hombre que con tanto afán defendió el
renacimiento.
Para Leonardo, la necesidad que rige la
naturaleza no se opone al reino de la libertad y del espíritu, sino que se
convierte en parte esencial del espíritu mismo. De esta manera exclama:
¡Oh
admirable necesidad! con suprema razón obligas a todos los efectos a participar
de sus causas; toda acción natural obedece a tu suprema o irrevocable ley…
¿Quién podrá explicar esa maravilla que eleva el entendimiento humano hasta la
contemplación divina? ¡Oh poderoso instrumento de la artificiosa naturaleza, a
ti corresponde obedecer la ley que establecieron Dios y el tiempo de la
naturaleza creadora!
Para
Leonardo, la naturaleza no significa el reino de lo informe, de la materia que
domina a la forma y al espíritu. Lejos de esto, constituye el reino donde se
dan las formas perfectas (armonía y perfección) y universales. De esta manera,
la naturaleza queda redimida y ennoblecida. Ya no se opone al hombre como si
fuera una fuerza extraña y hostil. Como bien señala Cassirer, con Leonardo da
Vinci: “La idealidad de las matemáticas eleva el espíritu a su altura suprema y
solo gracias a ella alcanza este su verdadero complemento y perfección; las
matemáticas anulan las barreras que la concepción medieval había exigido entre
la naturaleza y el espíritu por una parte y entre el intelecto humano y el
divino por otra.
Esta
nueva concepción de la ciencia y la naturaleza que hemos tratado de reseñar va
a dar en el Renacimiento, origen a una crisis, a una ruptura con las
concepciones medievales.
La
revolución científica que se da en el Renacimiento se hace patente,
principalmente, con la aparición de la nueva concepción cosmológica postulada
por Copérnico - la concepción llamada heliocéntrica -, la cual se enfrenta a la
tradicional (concepción geocéntrica) aceptada y defendida por los dogmas
religiosos. Este enfrentamiento entre dos teorías antagónicas ejemplifica el
fenómeno que Thomas S. Kuhn analiza en su libro La estructura de las
revoluciones científicas. A saber; las batallas que se establecen en torno a
los cambios de “paradigmas” y todas las implicaciones que esto conlleva.
Por ejemplo, una de estas implicaciones
consiste en que, al surgir una nueva teoría, surge concomitantemente una nueva
forma de ver y percibir el mundo. A propósito de la revolución Copernicana,
Kuhn explica este cambio del concepto del mundo de la siguiente manera: “los
seguidores de Copérnico que le negaban al sol su título tradicional de
“planeta” o lo que era el Sol, sino que en lugar de ello estaban cambiando el
significado de Planeta para poder continuar haciendo distinciones útiles en un
mundo en el que todos los cuerpos celestes, no solo el sol, estaban siendo
vistos de manera diferente a como se veían antes”
Esta revolución provocada por la teoría Copernicana es equiparable a la que se dio tiempo después en el siglo xix, por la obra de Darwin cuya teoría de la evolución provoca similares enfrentamientos de ideas y concepciones del hombre y del mundo contrapuestos.
*Nicolás Copérnico (1473-1543) era hijo de un próspero
comerciante y funcionario municipal de la vieja ciudad hanseática de Thorn,
sobre el Vistula. Su padre falleció cuando contaba apenas diez años de edad,
por lo que fue adoptado por su tío Lucas Watzelrode, quien fue nombrado obispo
de Ermland en 1489. Durante los años
Las actividades de Copérnico en los treinta años que permaneció en Fravenburg fueron muy variadas, pues se dedicó a la medicina, las finanzas, la política y los asuntos eclesiásticos. Su nuevo sistema cosmológico, sobre el cual comenzó a trabajar cuando era aún muy joven, colocaba al sol en el centro del universo, atribuyendo tres movimientos a la tierra: un giro diario sobre su propio eje, una órbita anual en torno al sol y un giro del eje de rotación de la tierra a fin de explicar la precesión de los equinoccios. Su obra principal donde está consagrada su teoría y que data de 1543 se llama: De las revoluciones de los orbes celestes.
La reforma emprendida por Copérnico, en el campo de la astronomía, significo un gran avance y un importante legado para las ideas modernas.”La fuerza en el universo ya no quedaba delegada a una jerarquía de Ángeles, desde el primer motor en la circunferencia del universo hasta La Tierra inferior en el centro, sino que estaba regida plenamente por el sol que gobernaba cuerpos de condición aproximadamente igual, tanto en la tierra como los planetas, las cuales poseían, así mismo, gravedad y circularidad de movimientos”.
*Galileo Galilei
(1564-1642):
Expresión notable de esta gran revolución científica que se da en la época
moderna, es fundador de una nueva ciencia mecánica que se fue abriendo paso
entre las viejas concepciones; como astrónomo reafirma
Galileo escribió dos obras importantes llamadas: Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, el Ptolemaico y el Copernicano (1632) y Dos nuevas ciencias (1638). Estas obras- recordando a Platón y para hacerse más accesible-adoptan la forma de diálogos donde unos personajes están a favor de las doctrinas aristotélicas o tradicionales, mientras que otros defienden los nuevos puntos de vista.
Para Galileo resulta muy importante las consecuencias prácticas de la ciencia: la construcción de todo tipo instrumentos y de máquinas debido a la actividad de un gran número de artesanos. Sin embargo, la artesanía en sí misma no es ciencia, sino que se apoya o complementa con las matemáticas y el método científico. Galileo pensaba que las matemáticas se pueden ajustar a los objetos físicos para interpretar la naturaleza mediante experimentos adecuados. Estas ideas expresan el ideal de la ciencia moderna según el pensar de los renacentistas.
La oposición de Galileo al pensamiento aristotélico, que en La Edad Media y aun en su tiempo representaba un punto de vista indiscutible (un dogma), se puede ejemplificar en sus famosas investigaciones sobre la caída libre de los cuerpos, cuestión en que se plantea el problema de la caída de los objetos bajo la fuerza de la gravedad. Galileo demuestra que la teoría aristotélica, según la cual los objetos pesados caen más rápidamente que los ligeros, era errónea. Haciendo una serie de experimentos, Galileo llego a la conclusión de que todos los cuerpos, independientemente de su peso, caían recorriendo las mismas distancias en el mismo tiempo, y que la distancia recorrida es proporcional al cuadrado del tiempo de caída; en otras palabras, las velocidades de los cuerpos graves aumentaban uniformemente con el tiempo.
Para la física sostenida por los aristotélicos, la acción constante de una fuerza hacía que un cuerpo se moviese con velocidad uniforme. En cambio, Galileo demostraba que los cuerpos no se mueven con velocidad uniforme bajo la influencia constante de la fuerza de la gravedad. En sus observaciones Galileo establecía el Principio de inercia, según el cual un cuerpo permanece en el mismo estado de reposo o movimiento uniforme mientras no actúe sobre él ninguna fuerza.
Por toda esta serie de hallazgos logrados por Galileo, el método científico matemático-experimental alcanzó un considerable desarrollo. Este método aplicaba la observación a fenómenos susceptibles de medición, ya que las matemáticas no podían aplicarse a cualidades no medibles. Para ello se requería un método inductivo como el empleado por el filósofo empirista Francis Bacón. Según el historiador de la ciencia Stephen F. Mason, durante el siglo XVII el método matemático deductivo recibió la más amplia aplicación; de hecho, se convirtió en una filosofía. Las propiedades no medibles de la materia que ignoraban los científicos matemáticos llegaron a considerarse ilegales.
Como sabio representativo del Renacimiento Galileo fue un científico completo. Además de comprobar y postular teorías que contribuyeron a la demolición del viejo orden, construyó instrumentos científicos como telescopios de gran alcance, a través de los cuales escudriñó los cielos y descubrió inusitados; por ejemplo, que los cuerpos celestes no eran tan perfectos y superiores a la tierra como sostenía la tradición aristotélica y, en consecuencia, la tradición escolástica. Se encontró que “había manchas en la faz del Sol y que la Luna parecía ser en gran medida como la Tierra, poseyendo inmensas montañas cuya altura estimó a partir de la sombra que arrojaban.
Cuando los descubrimientos de Galileo lograron difundirse ampliamente, encontraron una fuerte oposición por parte de los eclesiásticos que acabaron por calificarlos de “heréticos”. Los filósofos escolásticos también condenaban sus opiniones por no ser compatibles con la autoridad de Aristóteles, y, con las ideas establecidas. Así, en 1615 el eminente científico fue llamado ante la inquisición en Roma y obligado a regenerar o abjurar de la teoría copernicana que él había defendido.
“Las proposiciones de que la tierra rotaba
sobre su eje y de que se movía en torno al sol se declararon oficialmente
falsas y heréticas, y en 1616 la obra de Copérnico fue incluida en el Índice de libros prohibidos de donde
no salió hasta
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