GRADO
11 PRIMER PERÍODO 2024 – TEXTO GUÍA 3A
FILOSOFIA
MODERNA
La
filosofía moderna se caracteriza por la búsqueda de un método que permita
llegar al conocimiento y a la verdad, por eso ya no se trata de preguntar ¿qué
es la realidad?, sino ¿cómo llegar a la verdad, al conocimiento?
1.
RACIONALISMO
Constituyó
una corriente filosófica que se desarrolló en Europa a lo largo del siglo XVII
y durante la primera mitad del XVIII. La característica más destacable de esta
doctrina fue considerar que sólo a través de la razón se podía alcanzar el
conocimiento auténtico o conocimiento de la verdad. Por tanto, atribuyó la
primacía a la razón por encima de la experiencia, en la formación del saber. En
general, el racionalismo tendía a considerar que los conceptos de la razón eran
universales y necesarios, de carácter innato y constitutivo, y que poseían
precisamente dichas características debido a que no se inducían de ninguna
experiencia concreta. Las ideas innatas son verdaderas en sí mismas, porque
estaban prefiguradas en la estructura misma de nuestra mente, de acuerdo a
Leibniz. A partir de las ideas innatas, los racionalistas dedujeron un sistema
de verdades que permitían abordar la realidad. Se trataba de un sistema
deductivo de ideas, similar al método matemático, pues creían que, si la
filosofía deseaba ser considerada ciencia, había de funcionar de forma similar
al método deductivo matemático, únicamente en esas circunstancias se llegaría
al descubrimiento de verdades universales. A continuación, se exponen algunos
de los principios que recogen las bases del pensamiento racionalista:
- Se exalta la razón humana
como facultad cognoscitiva: es la única que puede aportar un conocimiento
válido. La confianza en el poder de la razón lleva a los filósofos racionalista
a considerar que la mente humana es infalible si utiliza el método adecuado.
- No se basa en el
conocimiento sensible ni en la experiencia para llegar a la verdad. Todo
conocimiento que parta de la experiencia sensible es sospechoso y, con
frecuencia, falso.
- Se admite la existencia
de ideas innatas, anteriores a la experiencia, aunque se descubran gracias a
ella.
- Se aspira a crear una
filosofía universal válida para todo ser racional.
- Para los pensadores
racionalistas las matemáticas representaban el tipo de conocimiento racional
perfecto. Esta ciencia constituía un modelo de claridad y certeza, que
utilizaba un método de deducción rigurosamente claro.
Para resumir, el
racionalismo se caracterizó por considerar que únicamente a través de la razón
era posible alcanzar el conocimiento verdadero; por lo que atribuyó la
supremacía a la razón por encima de la experiencia, en la formación del
conocimiento. Sus principales representantes fueron Descartes, Malebranche,
Spinoza y Leibniz.
A - RENÉ DESCARTES (1596-1650)
Nació en la Haya (Turen, Francia). Es
considerado como el fundador de la filosofía moderna. A los 10 años ingresó al
colegio de los jesuitas de la
Fléche, en el que permaneció unos ocho años, recibiendo una
educación que incluía lógica, filosofía, física, geometría analítica y álgebra.
Al finalizar el colegio, estudió derecho en la universidad de Poitiers, donde
se graduó a los 20 años. Una vez graduado en leyes se trasladó a París y se
convirtió en un joven desocupado, pero su pensamiento pronto volvió a centrarse
en la matemática y la filosofía. En 1617 se trasladó a Holanda para ingresar en
el ejército, pero como en ese tiempo el país no estaba en guerra, disfrutó de
dos años para desarrollar su pensamiento filosófico que fue plasmado en la obra
El discurso del método. En 1621 abandonó el ejército y tras viajar un
tiempo por Italia se estableció en París en 1625, tres años más tarde, volvió a
alistarse en el ejército holandés y, al finalizar su misión militar, vivió en
Holanda durante veinte años (1629–1649). A esa época pertenecen gran parte de
sus escritos, entre los que se destaca, fuera del ya mencionado, Los
principios de la filosofía (1644). En 1649 la reina Cristina de Suecia, que
se sentía atraída por la filosofía cartesiana y deseaba que fuera el mismo
Descartes quién la instruyera, envió un barco para trasladar al filósofo a
Suecia. A su llegada, la reina dispuso que el horario de clases se desarrollara
a partir de las 5 de la madrugada. Durante su estancia en Estocolmo, Descartes
evitó la compañía de casi todo el mundo, excepto la de sus amigos y discípulos
y dedicó su tiempo a la aplicación de sus principios a la filosofía, la ciencia
y la matemática, así como a la divulgación de su pensamiento. La dureza del
clima sueco y la estricta disciplina de trabajo provocaron en el filósofo una
pulmonía de la que no pudo reponerse, falleció en febrero de 1950. A continuación, se
señalan algunas características de su filosofía:
- LA BÚSQUEDA DE UN NUEVO MÉTODO EN FILOSOFÍA.
Descartes
consideraba que los sistemas filosóficos existentes, no correspondían a su idea
de creer que la filosofía debía ser un saber universalmente válido, lo cual
hizo que, como punto de partida, abandonara los sistemas filosóficos
anteriores; aunque creía que en ellos había siempre algo de cierto, consideraba
que se trataba de verdades muy particulares y que su adopción no haría más que
perturbar la coherencia del discurso que el pretendía construir.
En
su obra, Principios de filosofía, afirmó que ésta es un conocimiento
perfecto de todas las cosas que el hombre pueda conocer y que todo puede llegar
a conocerse si se utiliza el método adecuado, a saber, un sistema que haga uso
de las capacidades y operaciones de la mente. Las herramientas de que dispone
la mente son la intuición y la deducción. La primera consiste en la captación
inmediata de una verdad, mientras que la deducción es toda conclusión necesaria
derivada de otras cosas conocidas con certeza.
El
método para conocer la verdad no ha de ser complicado: basta con que se sigan unas reglas básicas, si se procede de esta
manera la mente alcanza el verdadero conocimiento. Los pasos que deben seguirse
y las consideraciones que hay que tener en cuenta serían las siguientes:
-. No tomar nunca como verdadera ninguna idea hasta que se
disponga de pruebas que demuestren que lo es.
.-Fraccionar los problemas en partes para poder solucionarlos
operando desde los más simples a los más complejos. Se trata del descubrimiento
o la resolución.
-. Comenzando por lo simple e ir componiendo, de forma ordenada,
lo más complejo. Se trata de la síntesis o composición.
-. Realizar enumeraciones complejas y revisiones generales para no
omitir nada.
De forma paralela y para elaborar su método de investigación
filosófica, Descartes partió del modelo matemático, y tuvo en cuenta los
siguientes puntos:
.-Búsqueda
de una o varias verdades evidentes, cuya negación implique contradicción: se
trata de los axiomas.
.-Establecer
un conjunto de reglas de deducción segura y eficaz que permita, al partir de
los axiomas, demostrar otras verdades: son los teoremas.
.-Seguir
la cadena de razones. Estas incluyen los pasos con los que procede el
matemático en su discurrido, los eslabones de la cadena de los que depende la
conexión y que hacen evidente el orden de su constitución.
El
método matemático se reduce al uso de la intuición y la deducción. Mediante la
primera se conoce las verdades evidentes (los axiomas). Y a través de la
deducción se alcanza las verdades que, sin parecer inmediatamente evidentes,
logran serlo gracias a que se llega a ellas partiendo de los axiomas y
procediendo a través de las cadenas de razones.
- LA DUDA METÓDICA
Una
vez establecida su línea de pensamiento, Descartes la aplicó a la filosofía. Lo
primero que emprendió fue la búsqueda de una verdad indudable que sirviera como
axioma, estableciendo así la denominada duda metódica, que es un paso
del método que hay que seguir. Se preguntó sobre las cosas de las que se podía
dudar y, en primer lugar, afirmó que era posible poner en tela de juicio los
datos que proporcionan los sentidos, puesto que en ocasiones eran equivocados,
así como la existencia del mundo exterior en general, los razonamientos
matemáticos e incluso, el propio cuerpo. Al examinar los pensamientos,
pretendió establecer que todo lo que una persona pensaba no era más que una
mera ilusión, que no se trataba de nada real. Así, llegó a la conclusión de que
lo único que le quedaba era una mente desprovista de cualquier contenido, una
conciencia que pensaba. Pero si pensaba, tenía que existir; de ahí su famosa
frase, pienso, luego existo (el cogito, ergo sum). Esta idea se le
presentó de forma tan clara y distinta que no la puso en duda y fue el concepto
en el que basó el principio y la verdad primera de su discurso: “yo existo como
algo que piensa”, es decir, como “una sustancia cuya naturaleza o esencia es
pensar” y que no precisa de ningún soporte material para su existencia.
LA DEMOSTRACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
Descartes
había demostrado que el hombre era básicamente un ser que pensaba. Esta
solución le planteó otra duda ¿Qué era el mundo material, que precisaba del
pensamiento para probar su existencia? Mediante su método llegó a distinguir
las tres sustancias que componían el mundo real, a saber: el yo pensante, Dios
y el mundo. La existencia del yo, su subjetividad, quedó demostrada, por la
existencia de los pensamientos. Los conceptos que el yo piensa se pueden
clasificar y ordenar por ideas adquiridas (aquellas que provienen del exterior,
y por tanto fácilmente erróneas), ideas artificiales (las que el ser humano
inventa arbitrariamente) e ideas innatas (que emergen de la misma facultad de
pensar). La idea de Dios, como se expondrá a continuación, es una idea innata.
La
demostración de la existencia de Dios era necesaria para que Descartes pasara
de la interioridad subjetiva a la realidad objetiva: se precisaba un Dios que
no engañara y diera validez a sus ideas claras y distintas. En consecuencia, la
demostración de su existencia debía partir de su propio yo, de la única
realidad que hasta entonces había establecido. Para demostrar la existencia de
Dios Descartes recurrió a argumentos ontológicos. Postuló que “existen ideas
que parece ser que hayan nacido conmigo (ideas innatas), como, por ejemplo, la
de un ser perfecto”. La idea de la perfección está en los seres humanos, el yo
pensante que se sabe imperfecto, y si se muestra consciente de ello es
precisamente porque posee la idea de la perfección. Pero esta idea es innata,
no puede proceder de sí mismo o del mundo exterior, ambos imperfectos. Y esta
idea de perfección es precisamente la idea de Dios. De este modo, Descartes
afirmó que había encontrado en sí mismo la idea de Dios, que se correspondía
con la de un ser infinito, dotado de ilimitadas perfecciones.
Descartes
pensaba que, si Dios lo había creado, no era extraño suponer que lo hiciera a
su imagen, y así surgió la idea: “Dios está en mí, de la misma manera que yo
pienso y me conozco a mí mismo”. Según Descartes la idea de Dios sólo podía
constituir una idea innata, “pues su contenido (una sustancia infinita,
inmutable e independiente) es tan diferente a mi yo que, sólo si Dios existe
realmente puede haber dejado en mí esta idea”.
Una
vez demostrada la existencia divina, que por definición es pura bondad, no
forma parte de su esencia el actuar de manera engañosa. La existencia de Dios
asegura que el mundo no es un espejismo y que, por tanto, los cuerpos y las
cosas materiales existen. Por lo que, si bien los datos que me otorgan los
sentidos no son los suficientemente seguros como para basar en ellos un
criterio de verdad, sí pueden ser aceptados como fidedignos. De esta forma Dios
se convierte en garante del conocimiento, de la veracidad de las ideas que
proceden del mundo exterior.
Descartes
también utilizó otros argumentos para probar la existencia de Dios a partir de
la misma idea del ser supremo y con ello llegó a la conclusión de que Dios
existía realmente y esta existencia se podía afirmar de forma segura y cierta,
como sucedía con cualquier demostración en sí mismo, independientemente de las
ideas.
- LA SUSTANCIA CARTESIANA.
Ahondando
en la idea de las sustancias, Descartes afirmó que la sustancia era
aquello que no precisaba de ninguna otra cosa para existir. En este sentido,
más metafísico, sólo existe una sustancia divina e infinita, que es Dios. Sólo
Dios es verdaderamente sustancia; no necesita verdaderamente nada más que
existir, ya que su esencia implica su existencia. Pero también existen
sustancias finitas como la sustancia extensa y la sustancia pensante, las
cuales reciben de Dios la causa última de su existencia. Es decir, Descartes
admitía la existencia de dos sustancias creadas y finitas: el mundo exterior
donde se incluye el cuerpo y la mente.
Hasta
el momento se ha planteado la idea de la existencia del ser humano como ente
pensante y la de Dios como ser perfecto; Descartes consideró a ambas
sustancias, pero con algunas diferencias: Dios es sustancia eterna (res
aeterna) y el hombre es una sustancia cuya característica o cuyo atributo
fundamental reside en pensar (res cogitans). Puesto que Descartes llegó
a la conclusión de la existencia del cuerpo y del mundo exterior a través de la
de Dios, también los consideró sustancias (res extensa).
Dios,
según la filosofía de Descartes, creo dos clases de sustancias que constituyen
el todo en la realidad. Una clase de sustancia es la pensante, o
inteligencia, y la otra consiste en la sustancia extensa o física, la de los
cuerpos y el mundo. Esta última sustancia es finita y creada. Las sustancias
finitas presentan una serie de propiedades: unas esenciales y otras
accidentales. Las esenciales constituyen los atributos. A su vez,
denomina “modos” a las propiedades accidentales: son modos de la sustancia
corpórea la figura, el movimiento o la posición. En la sustancia pensante los
modos son el amar, el odiar, el juzgar o el desear. El atributo fundamental de
los cuerpos y el mundo es la extensión, es decir, el hecho de ocupar un lugar
en el espacio: por este motivo Descartes la denomina sustancia extensa (res
extensa).
- EL ALMA.
Según
descartes, en el mundo todo ocurría mecánicamente y con precisión, pues era el
resultado de la obra de un ser inteligente que lo había dotado de leyes
inmutables. Esta teoría mecanicista también la aplicó a los seres vivos, tanto
a los animales como a los seres humanos. En vista que los animales no tenían
rasgos que permitieran conocer que poseían sustancia pensante, podía deducirse
que su movimiento era de tipo mecánico. En el caso de los seres humanos postuló
que estos estaban formados por dos sustancias que no se comunicaban: la
pensante y la extensa, en la que el cuerpo funcionaba de forma mecánica. La
pensante correspondía al alma; por lo que en la filosofía moderna el alma se
identifica con el sujeto. A partir del primer principio de Descartes (pienso,
luego existo), el filósofo estableció que el yo no precisaba de ningún soporte
material para su existencia. De este modo llegó a la conclusión que el alma era
totalmente distinta del cuerpo, pero más fácil de conocer ya que ésta seguiría siendo,
aunque ya no exista. Concluyó que toda vinculación entre el cuerpo y el alma
era puramente accidental, estableciendo así, al igual que Platón, un dualismo
entre cuerpo y alma.
B - NICOLÁS MALEBRANCHEN (1638-1715)
Nació en París y estudió filosofía y
teología en el Collage de la Marche y en la Sorbona. A los 21 años ingresó en
la congregación del oratorio, en el cual fue ordenado sacerdote cuatro años más
tarde (1664). En esa época, empezó a leer la obra de Descartes que influyó
considerablemente en su pensamiento. El método cartesiano le pareció muy
adecuado para demostrar las teorías de San Agustín, autor de cuyas hipótesis
quedó impregnado en el entorno espiritual del oratorio. Como matemático
distinguido fue elegido miembro honorario de la Academia de Ciencias
Francesa en el año de 1699. Entre sus obras más importantes se destacan: La
búsqueda de la verdad (1674), Tratado de la naturaleza y de la gracia (1680),
Tratado de moral (1683), Conversaciones sobre la física y la religión
(1688), entre muchas otras. Los rasgos de su pensamiento se pueden dividir
en:
- EL CONOCIMIENTO Y LAS
IDEAS.
Como buen racionalista, Malebranche afirmó
que el saber intelectual era el único conocimiento propiamente dicho y que
podía tomar cuatro formas: conocimiento por sí mismo, el que se tiene de Dios;
conocimiento por ideas, el que se tiene de los cuerpos; conocimiento por
conciencia, el que se tiene de uno mismo; y conocimiento por conjetura, el que
se tiene de los otros hombres. Malebranche se centró en el conocimiento por sí
mismo y el conocimiento por ideas. Para él, el entendimiento humano era
totalmente pasivo en el acto de conocer; así, si la realidad conocida no
actuaba sobre el entendimiento jamás podría éste llegar a ella. Según esta
visión, únicamente pueden conocerse las realidades espirituales y no así las
corporales; sin embargo, las realidades corporales pueden verse sustituidas por
otras no corporales que las representen: las ideas. En consecuencia, el
conocimiento que se tiene de los cuerpos y del mundo material se realiza
siempre a través de las ideas. Es decir, las ideas se presentan como modelos o
arquetipos de las cosas, pero estas ideas no son producidas por un individuo en
particular, sino que provienen de Dios. En definitiva, concluyó Malebranche,
las ideas no son algo distinto de Dios sino sus propios pensamientos, y dado
que el hombre no conoce las cosas corporales más que a través de las ideas,
accede a ellas a través del pensamiento de Dios y, conocer los pensamientos de
Dios, es conocerlo a él, según cree Malebranche; ya que en él todo constituye
una sola y simple esencia. De esta forma el ser humano primero conoce a Dios y
el resto de las cosas son percibidas en él o a través de él.
- LA CAUSALIDAD Y EL
OCASIONALISMO
En general se entiende por causalidad el
origen, el principio o la ley en virtud de las cuales se producen efectos;
dicho de otra forma, es la relación existente entre causa y efecto. Para
Malebranche solamente Dios era capaz de crear y, por tanto, de causar en
sentido estricto. De este modo, las que son llamadas causas no son más que ocasiones
(o causas ocasionales) para la
intervención siempre creadora de Dios. Dios toma las relaciones entre las cosas
del mundo material o entre el alma y el cuerpo del ser humano, como ocasiones
para ejercer su voluntad. Según este autor la relación entre el alma y el
cuerpo y los vínculos existentes entre todas las cosas eran establecidas por el
creador, que las tomaba como ocasiones para realizar su divina voluntad y determinar
la eternidad, inmutabilidad y validez universal de las mismas. Nada existe u
ocurre en la naturaleza si Dios no lo ha dispuesto de ese modo. Malebranche
puso un ejemplo para intentar explicar las ideas típicas del ocasionalismo.
Decía “no es el hecho de poner la mano sobre el fuego lo que produce la
sensación de calor, sino que está proximidad es la ocasión para que Dios actúe
produciendo dolor”.
- LA COMUNICACION DE LAS
SUSTANCIAS
Respecto al problema de la comunicación de
las sustancias, suscitado por el concepto de sustancia cartesiana, el
pensamiento de Malebranche llega hasta sus últimas consecuencias, según él no
existe una unión metafísica entre alma y cuerpo. Todas las actividades del alma
que parecen causar efectos sobre el cuerpo, en realidad son causas ocasionales,
que sólo actúan por la eficacia de la voluntad de Dios. “No hay una relación
necesaria entre las dos substancias de que estamos compuestos. Las modalidades
del cuerpo no tienen eficacia suficiente para modificar las modalidades del
espíritu. Empero, las modalidades de determinada parte del cerebro, que yo no
determinaré, se ven siempre seguidas por modalidades o sentimientos del alma; y
esto ocurre únicamente como consecuencia de las leyes siempre eficaces de la
unión entre estas dos substancias, esto es, para decirlo con más claridad, como
consecuencia de las voluntades constantes y siempre eficaces del autor de
nuestro ser. No existe ninguna relación de causalidad entre un cuerpo y un
espíritu...”
Por tanto, la doctrina del ocasionalismo
encontró también la solución al problema de la comunicación de las sustancias
que implicaban las ideas de Descartes. La imposibilidad de una conexión causal
en los seres creados se acentúa en el hombre, integrado por un principio
corpóreo y otro espiritual; las relaciones causales entre uno y otro se hacen
todavía más ininteligibles en virtud de la doctrina cartesiana de las dos
sustancias. Sólo la casualidad divina puede dar cuenta y explicación de la
correlación entre los fenómenos corpóreos y los anímicos.