GRADO 11- EXPOSICIÓN 9- PERÍODO 2- 2025
EXISTENCIALISMO.
Como movimiento filosófico, el existencialismo se
desarrolló en Europa, primero en Alemania y luego en Francia, a consecuencia de
la tremenda crisis provocada por las dos guerras mundiales. El mundo dejó de
ser un lugar apacible y el proyecto ilustrado de una humanidad que conquistaría
la justicia y el bienestar social con la sola fuerza de la razón, fracasó por
completo. Ni siquiera la ciencia o la técnica se mostraban útiles para mejorar
el mundo. El hombre convertía en instrumento de dominio o devastación todos los
saberes. Este movimiento fue poco sistemático y muy heterogéneo, los
existencialistas respiran una atmósfera común de pesadumbre y desasosiego. Se
sienten arrojados a un mundo que ya no ofrece seguridades, sino catástrofes.
Para los existencialistas el hombre es una realidad completa inacabada, con
conciencia y libertad, cuyo destino es hacerse y realizarse en medio de
múltiples contradicciones de su propia vivencia, lo que le engendra la
incertidumbre y la angustia frente al absurdo, al fracaso, lo misterioso y lo
inexplicable. Este pesimismo común no hace más fácil la tarea de determinar que
autores pueden ser incluidos en este movimiento; sin embargo, se considera como
los máximos representantes a:
1 S.
KIERKEGAARD (1813-1855)
Nació en 1813 en Copenhague (Dinamarca). Estudió
filosofía y teología en Dinamarca y Alemania. Filósofo protestante de la
religión que influyó en el movimiento de renovación teológica y filosófica
después de 1918.
El punto de partida y la meta de las preocupaciones
kierkegaardianas es el yo como ser individual. Creía que de nada sirve a
los hombres querer determinar primero lo exterior y luego el elemento
constitutivo. Se debe, en primer lugar, aprender a conocerse a sí mismo antes
de conocer otra cosa. El yo debe entenderse como relación consigo mismo, el yo
es autorrelación. Esta concepción del yo como autorrelación en Kierkegaard, ha
de convertirse, después de él, en patrimonio común de todos los
existencialistas, pues esta autorrelación constituye la esencia del yo y es
interna, concreta, recíproca y viviente. Un examen más profundo de los datos de
la conciencia lleva a Kierkegaard a la afirmación de que Dios sostiene y
fundamenta el yo. De esta manera la autorrelación del yo se completa en su
relación a Dios.
En la concepción kierkegaardiana, yo y pecado se
identifican pues este filósofo dice, que sólo se puede estar delante de Dios
con la conciencia del pecado. Así el hombre por el pecado deviene un yo
existente, auto relacionándose y colocándose delante de Dios. Los dos temas que
más sobresalen en su pensamiento son:
-La angustia. A este tema Kierkegaard dedica una de
sus dos obras, en la cual se propuso abordar el concepto de la angustia
psicológicamente, pero teniendo en mente y a la vista el dogma del
pecado original. Para explicar el pecado de Adán tiene en cuenta dos
ingredientes: la prohibición hecha por Dios de no comer del árbol de la
ciencia, y la actuación del tentador, es decir, el demonio en forma de serpiente
según el pasaje bíblico. Al respecto, la prohibición es puesta por Adán mismo.
El yo es una relación consigo mismo. La conciencia de Adán, como la de todo
hombre, es dual: una parte de la conciencia pronuncia y la otra recibe la
prohibición. También debe ser suprimido el tentador, para lo cual Kierkegaard
se apoya en un pasaje bíblico del Apóstol Santiago, en el que plantea que Dios
no tienta a nadie ni es tentado por nadie, sino que cada uno es tentado por sí
mismo. Es aquí entonces donde, al suprimir al tentador, aparece la angustia. La
cual tiene el poder fascinador que otros atribuyen a la astuta serpiente; y en
medio de la angustia surge el pecado. El yo se ha destacado sobre su
naturalidad, se ha existencializado.
-El hombre. En el campo antropológico Kierkegaard
planteó que el hombre no alcanza su realización progresiva, ya que en el yo se
dan riesgos y saltos. Propone tres estadios que, según él, ocurren en la vida
del hombre: Uno, el estadio estético: el cuál es el momento del placer
escurridizo en la búsqueda desesperada del hedonismo, es el constante presente
superficial que no posee ningún vínculo con lo trascendente. Dos, el estadio
ético: es cuando se vive de acuerdo a los principios morales, ordenando la
actividad y conducta con base en el deber. El deber es para el individuo
práctico el imperativo general al cual se debe ser obediente. Tres, el
estadio religioso: constituido por la paradoja de la fe, al mismo tiempo
esta paradoja es un escándalo ético, ya que es detener la razón y la ética para
apoyarse simplemente en la fe. El acercamiento a Dios lo posibilita la
angustia, de la cual se sale por la fe en él.
Sus obras principales son: El Concepto de la Angustia (1844),
Estudios en el camino de la vida (1845), Temor y temblor (1846), La
era actual (1846) y La enfermedad mortal (1849).
2 M.
HEIDEGGER (1889-1976).
Nació en Messkirch, Alemania. Estudió en la Universidad
de Friburgo, donde se doctoró y de la cual fue luego profesor. También ejerció
la docencia en la Universidad de Marburgo. En su recorrido pareció adherirse al
nacionalsocialismo, pero más tarde se retiró y se dedicó solo a la enseñanza.
Se sabe, además, que ingresó de novicio a la comunidad de los jesuitas y unos
meses más tarde se retiró para ingresar al seminario de su ciudad, allí tampoco
permaneció porque tuvo que ir a la guerra.
Heidegger se propone comprender el ser mediante una
analítica existencial o análisis fenomenológico. Para ello mostró como el
desarrollo del pensamiento, desde platón a Nietzsche, se fundamentó en un
olvido fatal, un olvido que ocultó el ser a favor de los entes (los que eran).
Por eso consideró al ser como algo fundamental de toda actividad filosófica. En
este sentido se plantea delimitar con precisión los ámbitos del ser y el ente,
pues consideraba que estos conceptos no eran la misma cosa. El ente,
constituía lo que es, mientras que el ser consistía en el
hecho de que cualquier ente dado sea. De lo cual se puede deducir que la
determinación del ente no podía aplicarse al ser y que el ser era previó a los
entes. La siguiente cita del autor permite aclarar este problema: “Para
plantear de manera explícita, en toda su transparencia, el problema del ser,
entonces [...] es necesario poner en claro las maneras de penetrar en el ser,
de comprender y de poseer conceptualmente su sentido, como (...) la posibilidad
de una correcta elección del ente ejemplar y la indicación de la auténtica vía
de acceso a dicho ente.
Penetración, comprensión, dilucidación, elección y acceso
son momentos constitutivos del buscar y, al mismo tiempo, modos de ser de un
ente determinado, precisamente de aquel ente que ya somos, nosotros, los que
buscamos.” Heidegger identificó al ser con la permanencia y la eternidad, en
oposición al carácter efímero y cambiante del ente. Este problema lo desarrolló
más ampliamente con los siguientes conceptos:
-El Sein. Éste es el ser, o sea, los entes que no tienen
conciencia de sí, que no pueden interrogarse acerca de sí, o sea, los seres a
la mano, como los llama.
-El Dasein. Es “el ser ahí”, es el hombre o la
existencia humana, el que se pregunta por el ser, por su existencia. Heidegger
lo explica mediante tres elementos: el ser que existe en el mundo es el Dasein,
el ente concreto, el cual es el hombre. El Dasein se relaciona con el mundo de
una forma especial porque comprende su existencia, el Sein no sabe que existe
el mundo para él. El Dasein no existe ni aislado ni independientemente, sino
que existe inmerso en el mundo con los demás seres.
Se remarca el existencialismo de Heidegger cuando afronta
el problema del ser con los otros, a lo que señala como el segundo motivo
existencial, a los otros se considera como un yo en objetos, como seres en la
mano.
Heidegger dice que
el hombre es un ser para la muerte, que ha sido arrojado al mundo “para en él
morar e ir muriendo”, ya que la muerte es lo único seguro que cabe esperar al
hombre, afirma que la totalidad existencial, con la muerte, llega a su fin, lo
que lleva a la angustia como condición estructural de la existencia.
Entre sus principales obras están: El ser y el tiempo (1927),
Kant y el problema de la metafísica (1929), ¿Qué es la metafísica? (1930),
Cartas sobre el humanismo (1947) y Nietzsche (1960).
3 J. P. SARTRE (1905-1980)
Nació en Paris. Es
el principal representante del existencialismo del siglo XX. Autor de muchas
novelas y obras de teatro, pensador de la acción política. Fue profesor hasta
el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, luego estuvo en los campos de
concentración alemanes y, al ser liberado, se volvió a dedicar a la docencia.
En 1945 fundó una revista que llevaba por título “Los Tiempos Modernos”, y
desde entonces se dedicó a la actividad literaria.
Sartre ofreció una versión francesa de la doctrina de
Heidegger y definió el existencialismo como “un intento de extraer todas las
consecuencias de una posición atea coherente”.
Fue el primero en dar al término existencialismo un uso
masivo al utilizarlo para identificar su propia filosofía y ser el
representante de un movimiento diferente en Francia, que fue influyente a
escala internacional después de la Segunda Guerra Mundial. Su filosofía es atea
y pesimista de una forma explícita, declaró que los seres humanos necesitan una
base racional para sus vidas, pero son incapaces de conseguirla y, por ello, la
existencia de los hombres es “pasión inútil”. No obstante, insiste en que el
existencialismo es una forma de humanismo y resalta la libertad, la elección y
la responsabilidad humana. Con un gran refinamiento literario intentó
reconciliar esos conceptos existencialistas con un análisis marxista de la
sociedad y de la historia.
Sartre hace una distinción en el campo ontológico entre
el en-sí y el para-sí, lo que permite hacer una diferenciación
entre el hombre y el mundo.
El “en sí” viene a ser lo que es y carece de toda
relación, es una masa indiferenciada, una entidad opacada y compacta. Es el
mismo mundo.
El “para sí” es el hombre, la conciencia, la cual está en
el mundo, en el ser en sí pero totalmente diferente a él. Él para sí es
totalmente libre y está condenado a permanecer en la condición de libertad.
A Sartre le llaman la atención los conflictos y
vicisitudes donde se pueden destacar los rasgos de la naturaleza humana; estos
tipos de vida son los de la homosexualidad, la drogadicción, los condenados a
la pena de muerte, entre otros. Ve al hombre como un proyecto que se vive
subjetivamente y nada existe previo a dicho proyecto, afirma que no hay valores
ni eternos ni fijos; no hay normas establecidas de una vez para siempre, sino
que el hombre debe regirlas de acuerdo con sus convicciones personales. Para
él, son absurdos y contradictorios los conceptos de Dios y de creación, al
igual que el ser en sí y el ser para sí es radicalmente distinto y no tienen
ninguna vinculación. Dios según él, no existe y por tanto las cosas del mundo
son contingentes, y ningún valor es superior a otro; así las cosas, carecen de
sentido y de fundamento y lo que el hombre hace por encontrarles sentido es
algo vano, pues el hombre es “una pasión inútil”.
En cuanto al sentido de la libertad en Sartre, el hombre
está condenado a ser libre: el hombre es absolutamente libre. Pero esta
libertad no es un don, sino que el hombre se encuentra condenado porque para
que la libertad sea plena libertad, no puede haber nada enfrentado
normativamente al hombre, ni fe en Dios, ni verdades, ni valores. El hombre
este solitario y sin acercamiento en un mundo hostil, sin otra salida que así
mismo, su propio proyecto.
Sartre creó una obra muy extensa y variada, en la cual se
encuentran tratados de filosofía, novela y teatro. Entre sus principales obras
filosóficas están: El ser y la nada (1943), El existencialismo es un
humanismo (1946) y Crítica de la razón dialéctica (1960). Entre sus
obras teatrales pueden destacarse Las moscas (1943) y A puerta
cerrada (1944). De igual modo se pueden resaltar: su novela La nausea (1938),
la serie narrativa Los caminos de la libertad (1945-1949) y su
autobiografía titulada Las palabras (1964).
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